lunes, 7 de diciembre de 2009

Reflection - Capítulo 1

El primer capítulo... espero que os guste ^_^


Despertar

Me levanté como cada mañana a las 6 en punto. La luz de las farolas se colaba por entre las rendijas de la persiana bajada. Otro día más, en la misma ciudad fría y muerta… pero no era igual que los anteriores. Aparentemente sí, pero ¿qué esperaba encontrar a esas horas? ¿Un brillante sol tras la persiana y un cielo azul radiante?

Cogí mi albornoz y me dirigí hacia el baño, intentando no cortarme con los restos de botellas rotas que había por el suelo… mi piso estaba hecho un asco, y a mí ni siquiera me había importado, cuando antes era un tipo casi maniático en cuanto al orden y la limpieza.

Lo peor era que al parecer, ni siquiera me había dado cuenta de que mi vida se estaba desmoronando mientras me sentaba frente a una botella. Y era cierto, no recordaba apenas nada más que vagas imágenes de los últimos meses. ¿Me habrían echado del trabajo? ¿Cómo estaban mis padres? ¿Habría tenido algún nuevo sobrino al que aún no conocía?

Me paré frente al espejo y la imagen me dio miedo. Y grité, grité hasta quedarme sin fuerzas, encogido en el suelo del baño, sollozando como un niño…

No sé cuánto tiempo estuve así, pero cuando fui capaz de levantarme del suelo ya estaba amaneciendo.

Decidí empezar de cero desde aquel mismo día e intentar, no ser el que era antes, sino ser alguien mejor. Alguien fuerte, alguien sin miedo, sin debilidades… quería ser yo.

Antes de nada me afeité y me duché, descubriendo que no me quedaba champú ni gel. ¿En qué momento se había gastado y había decidido que no era importante? Salí de la ducha chorreando sin encontrar ninguna toalla limpia (me negaba a ponerme el albornoz otra vez antes de lavarlo, estaba asqueroso), y así, desnudo, fui hacia el dormitorio, donde una vez más, el espejo me dio una triste imagen de la realidad.

Estaba asquerosamente delgado y demacrado. Al acercarme más, pude ver que tenía algunas heridas de cortes en los brazos y las piernas, probablemente de cristales, y que unas enormes ojeras enmarcaban mis ojos grises, dándome un aspecto, si cabía, aún más cadavérico.

Aquello tenía que acabar. Antes de nada y por la hora que era, tenía que ir al trabajo, si es que aún lo conservaba. Por suerte algunos de mis trajes seguían limpios, pero encontrar una camisa fue más difícil. Salí de mi piso (si es que se le podía llamar así en el estado en el que estaba) con el tiempo justo para llegar a la oficina.

En el camino hacia la boca de metro hice un par de llamadas; una a una agencia de asistentes a domicilio que conocía, ya que alguna vez había contratado a alguna, solicitándoles una muchacha para esa misma mañana. Otra a la portería de mi edificio para que le facilitasen las llaves, porque yo no iba a encontrarme allí hasta tarde. Terminé de hablar con la portera justo cuando bajaba las escaleras del metro.

Apenas recordaba haber pasado por allí durante este tiempo, más bien era como si se hubiese convertido en un vicio autómata que mi cuerpo realizaba cada día sin que yo lo controlase. Y digo vicio porque sí, yo amaba mi trabajo. Era un prestigioso abogado de éxito, requerido por los más distinguidos clientes. Nunca había perdido un juicio ni abandonado un caso. Todo el mundo me buscaba y me adoraba; era un éxito en las fiestas y un triunfador con las mujeres. Todo el mundo hubiese querido tener mi vida… excepto yo. Tanta gente a la que ni siquiera conocía haciéndome la pelota me abrumaba, tantas chicas fáciles que sólo querían un amor de una noche me agobiaban. No era eso lo que yo buscaba. Necesitaba a mis amigos, esos que siempre me habían querido por cómo era y no por quién era, y a una mujer a mi lado que me amase, que luchase por mí como yo lo haría por ella. Y creía que había tenido todo eso…

No quería recordar su nombre. Hacía meses que su sola imagen me atormentaba y me torturaba hasta consumirme. Había conseguido hacer de mí lo que era ahora… un despojo, un desecho, un cadáver viviente. Me había utilizado a su antojo, jugando conmigo hasta convertirme sólo en su pelele. Y yo, iluso de mí, pensaba que me quería…

Me di cuenta de que me estaba agarrando a la barra del vagón con demasiada fuerza porque tenía los nudillos blancos. Un sudor frío recorría mi espalda… no quería volver a caer. No otra vez. Casi sin darme cuenta, sumido en mis propios pensamientos había llegado a mi parada. Recorrí los pasillos de siempre, nuevos para mí, y salí a la calle, unos 200 metros más arriba de mi oficina. Hacía un bonito día; gris pero luminoso. Eché a andar calle abajo, con el mismo pensamiento de aquella mañana de empezar de nuevo y olvidar de una vez por todas los fantasmas del pasado.

2 comentarios:

  1. es muy...triste y no se porque me quiere recordar esta historia a mi... espero que sigas escribiendola porque quisiera saber el final...besos

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  2. es muy triste como dice fran, la descripción de él y el pasado que cuenta es increíble, quiero seguir leyendo, me gusta como expone desde su punto de vista el presente que esta viviendo, como una persona importante en el mundo no le gusta el mundo que tiene y lo cambiaría, me gusta, me gusta, sigue así ^^

    besos

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