lunes, 22 de abril de 2013

Dark Passion Play - XVII


Entré a la cocina a través de la puerta acristalada que daba al patio. Lara estaba allí, de espaldas a mí, sólo con una camiseta ancha y la ropa interior, haciéndose el primer café de la mañana. Me acerqué a ella, aún mojado, y la rodeé con el brazo desde atrás, dándole un pequeño beso en el cuello. 
- Buenos días, preciosa.
- Buenos días otra vez imbécil, me estás empapando - pese al tono agrio de su voz, yo sabía que no estaba realmente enfadada, como corroboró la sonrisa que tenía mientras se giraba y me agarraba a su vez de la cintura, poniéndose de puntillas para darme un beso rápido en los labios. Volvió a girarse, cogió su café, y se separó de mí para apoyarse en el borde de la mesa de la cocina.
- ¿Siempre eres tan borde después del sexo?
- Sólo cuando salen huyendo de mi cama para ir a ver a mis ex-amantes - rió mientras daba un sorbo a la taza -. ¿No te importa que nos vean?
- ¿Quiénes?
- Cualquiera.
- ¿Por qué?
- Eres mi hermano. Bueno, no realmente, pero tú me entiendes – bajó la mirada para darle otro sorbo al café -. Hay gente que lo vería raro.
- ¿Y esa gente te preocupa?
- No más que a ti.
Sonreí y me acerqué a ella para volver a cogerla de la cintura y besarla, esta vez más intensamente. Ella dejó la taza sobre la mesa y se subió a ella, rodeándome la cintura con sus largas piernas mientras correspondía a mi beso.
- Sabes a café – le dije al separarnos.
- Y tú a cloro. Y me has vuelto a empapar – respondió señalando a su camiseta, ya más que mojada.
- Seguro que no lo dices por la camiseta.
Ella se bajó de un salto de la mesa, y volvió a coger la taza al mismo tiempo que me daba un puñetazo en el brazo desnudo.
- Idiota – dijo sonriendo mientras salía de la cocina. No había acabado de girarme para prepararme otro café cuando oí un grito ahogado -. ¡Oh Dios mío!
- ¿Qué? ¿Qué pasa, Lara? – grité mientras corría en la dirección en la que ella se había marchado.
Al girar la esquina del pasillo la vi.
- Oh Dios mío –susurré quedamente detrás de mi hermana.
- ¿No te alegras de verme, Erick? –dijo una Gemma rodeada de maletas al fondo del pasillo.


- ¿Cuándo… cuándo has vuelto?
- Hace un par de horas llegué al aeropuerto, antes de lo previsto. Perú es un infierno – dijo mientras dejaba su bolso en la mesita de la entrada -. ¿Ni siquiera vas a saludarme?
- Dios, sí.
Me acerqué a ella rápidamente y la besé con dulzura. Era tan distinta… era mi mundo, mi cordura, lo más preciado que tenía en el mundo. Y por fin estaba allí. Conmigo. Y no importaba nada más.
- Te he echado de menos – dijo en un susurro en mi hombro mientras la abrazaba.
- Y yo a ti, cielo. Muchísimo.
Nos quedamos así algunos segundos, hasta que alguien me dio unos toquecitos en el hombro.
- ¿Me la dejas ya? – dijo una Lara apremiante, con la impaciencia de volver a abrazar a su mejor amiga en los ojos.
- Toda tuya – respondí mientras me separaba de Gemma.
Las chicas se miraron, y entre gritos y risas repentinas se abrazaron ellas también.
- ¡Tía, no veas cómo te he echado de menos!
- ¡Y yo a ti! Habrás estado súper a gusto, tú sola en la habitación mientras yo no estaba.
- Bueno, no exactamente, Erick ha dormido un par de noches conmigo – por un momento me sobresalté, hasta que me di cuenta de que realmente había dormido un par de noches allí. Sólo dormir – pero no es igual, tú eres mucho mejor compañera de habitación que tu soso novio.
- ¿Así que ahora soy soso, eh?
- Deja de refunfuñar, soso. Ven aquí – dijo Lara mientras me agarraba de un brazo para que me abrazase con ellas. Entonces me sentí completo otra vez. Allí estaban las dos, Gemma y Lara. Esas dos chicas eran toda mi vida. Mi hermana y mi novia. Las dos mujeres de mis sueños. Las quería con locura, y jamás hubiera podido decidir entre ellas. Todo estaba por fin en su sitio.
- ¿…Gemma? – dijo una voz masculina al otro lado del pasillo.
- ¡Hermanito! – gritó ella, separándose de nosotros y abalanzándose sobre él.
Bueno, casi todo.

lunes, 27 de febrero de 2012

Dark Passion Play - XVI

Lara yacía a mi lado. La abracé con fuerza y entrelacé mis piernas con las de ella. Ambos estábamos todavía desnudos, disfrutando del momento.
- Te quiero - le susurré en voz baja.
- Y yo a ti, idiota - me respondió ella, sonriente.
Se dio la vuelta, hasta quedar sobre un costado, y yo también me giré, quedando ella de espaldas a mi pero sin deshacer el abrazo.
- ¿Sabes? Es raro - comenté -. El amor romántico, el típico que se siente por un novio, una novia, o un amante, no se parece en nada a esto.
- Lo sé. Yo estaba pensando lo mismo.
- ¿Es algo malo?
Volvió a girarse, esta vez nos quedamos cara a cara.
- No lo sé, dímelo tú.
- Yo... creo que no. Eso no quiere decir que sea peor. Simplemente, que es distinto. Igual de bueno o mejor, pero distinto.
Ella me besó con dulzura.
- ¿Lo ves? Hasta en eso somos iguales - dijo, aún sonriendo -. Me gusta esto.
- A mí también.
- ¿Es algo malo? - preguntó, repitiendo mis palabras de antes.
Yo la abracé con más fuerza y la besé de nuevo en los labios.
- Para nada.

______________________________

Cuando subí del desayuno, aún no había ni rastro de Erick. No estaba en nuestra habitación, no estaba en ninguna parte. Por un momento me sentí tentado de ir a la habitación de Lara a preguntar por él - ya que les había oído antes discutir - pero decidí que no era una buena idea, así que me desnudé, dejé la ropa en mi cuarto, y me dirigí al baño para darme una ducha.

Salí de la ducha igualmente desnudo. Hacía mucho calor y además todos estarían en sus habitaciones preparando las maletas o abajo, haciendo planes para el fin de semana. Además, no se tardaban ni diez segundos en cruzar el pasillo desde el baño hasta la habitación. Entré y cerré la puerta tras de mí. Lo que no esperaba era encontrarme, al fin, a Erick allí.
- Oh... vaya, lo... lo siento, no sabía... no sabía que estabas aquí - tartamudeé, tapándome como pude.
Él se echó a reír.
- No tienes absolutamente nada de qué disculparte - ¿aquello iba con segundas intenciones? -. Es tu habitación tanto como la mía. Además, me iba ya, sólo he venido a coger un libro.
- Ah...
Me quedé allí, parado como un idiota, sin saber qué hacer.
Él encontró lo que estaba buscando y se dirigió a la puerta para salir.
- ¿Me dejas? - preguntó amablemente, aún intentando no reírse, puesto que estaba bloqueando el paso -. Voy al jardín, por si te apetece que nos veamos ahora.
- Eh... sí... claro. Ahora nos vemos.
- Estupendo. Y yo que tú haría algo con esa timidez tuya. No debería preocuparte el hecho de que te vea desnudo.
- ¿Qué...?
Pero él ya se había marchado. Aún oía sus risas ahogadas por la escalera. Le maldije internamente y cerré la puerta, que él había dejado abierta. Siempre, siempre, aún con esta nueva situación, se las arreglaba para sacarme de mis casillas.
En el fondo tenía razón. No debería avergonzarme de estar desnudo delante de él, no si el fin de semana salía como, al mismo tiempo, yo anhelaba y temía; y menos después de aquella tarde....
Echaba de menos sus besos. Varias veces desde entonces me había recreado en ese momento, transportándome a mi propio paraíso personal. Quería que se repitiera, claro que sí, pero aún no sabía si estaba preparado para ir a más.
Volví a la realidad de golpe. Llevaba varios minutos parado, de pie, desnudo, sin hacer nada. Tenía que parecer todo un idiota. Maldiciéndole otra vez, busqué unas bermudas en el armario y una camiseta limpia. Hacía demasiado calor como para ponerme otra cosa, y además me apetecía darme un chapuzón.

Una vez vestido, bajé al primer piso y salí al patio. Aún no era mediodía, y no tenía nada más que un par de horas antes de que aquello se convirtiera en un auténtico horno. Erick estaba tumbado boca abajo en la hierba, leyendo el libro que se había llevado antes, no muy lejos de la piscina. Estaba tan concentrado que ni se dio cuenta cuando me acerqué a él.
- ¿Vienes al agua? - le pregunté.
Él se sobresaltó un poco, y luego miró hacia arriba, agradeciendo que le tapara el sol.
- No, no te preocupes, me voy a quedar aquí un poco más. Ahora voy.
Me encogí de hombros, me quité la camiseta y salté a la piscina. Apenas conseguí escuchar el quejido de Erick de que tuviera más cuidado con las salpicaduras antes de sumergirme bajo el agua.
Siempre me había gustado nadar, bucear, pasar tiempo en el agua. Por eso, cuando empecé a vivir allí, me alegré enormemente de que hubiera una piscina, aunque por unas cosas o por otras no podía usarla tanto como quería. Estuve bastante tiempo en el agua, unas veces sumergido y otras veces nadando, despejando la mente, simplemente concentrándome en la sensación de estar en el agua. Casi no me di cuenta cuando Erick saltó a la piscina, casi encima de mí.
- ¡Eh, ten más cuidado! - le grité cuando salió a la superficie.
- Vamos, quejica, sabes que no te iba a hacer nada.
- Serás imbécil...
Por toda respuesta me sacó la lengua.
- Píllame, si es que puedes - me retó, burlonamente.
Acto seguido se sumergió de nuevo. "Será creído..." pensé para mí mismo, antes de sumergirme tras él. Era bastante rápido. La piscina no era muy grande, pero sí lo suficiente como para permitirle escapar de mí cuando casi lo tenía acorralado y para que tuviera que coger aire varias veces, cansado, antes de volver a sumergirme para perseguirle. Él casi nunca salía. Aguantaba más tiempo que yo debajo del agua, y se movía más rápidamente buceando que nadando.
Tras diez minutos de caza, logré agarrarlo del brazo cuando salía a coger aire, y le empujé contra una de las paredes de la piscina, sin darle posibilidad de escapatoria.
- Te tengo - dije triunfante. Erick esbozó una sonrisa torcida.
- Ya lo sé. Desde hace bastante.
Sonreí, confuso, y me acerqué más a él hasta arrinconarle contra una esquina, cerrando cualquier vía de escape. Me agarré al bordillo, ya que después de todo estaba cansado después de la "cacería".
- ¿Si te pregunto algo, serás sincero conmigo?
- Claro - respondió él, agarrándose con ambos brazos a los bordillos que formaban la esquina e impulsándose para salir, hasta quedarse sentado en el borde con las piernas en el agua -. Siempre lo soy.
"No hasta hace tanto" pensé yo. Pero rápidamente pregunté:
- ¿Cuál es el verdadero motivo por el que no te vas mañana con los demás?
Él se quedó un momento en silencio, sopesando la respuesta.
- Creo que eso ya lo sabes.
- Sí, pero prefiero que me lo digas tú mismo - insistí -. Vamos... has prometido ser sincero.
Erick suspiró.
- Simplemente... me apetecía estar contigo. A solas. Por mucho que quisiera ir a ese viaje.
- Entonces... ¿te quedas sólo por mí?
- Sí. Esa es la única verdad. ¿Me puedo ir ya a avergonzarme o tengo que contestar más preguntas embarazosas?
Nadé un poco hasta quedarme agarrado a sus piernas. Él jugó conmigo, balanceándome en el agua.
- No tienes de qué avergonzarte. La verdad es que yo me quedo por lo mismo.
Su sonrisa se hizo más amplia, y yo también sonreí. Nos quedamos en silencio, mirándonos el uno al otro.
- Bueno, creo que me voy a ir ya, antes de que mis pies se conviertan en pasas - dijo Erick, levantándose del bordillo. Asentí con la cabeza y me di la vuelta, dispuesto a quedarme en el agua un poco más, calmando el torbellino que era mi mente -. Nos vemos después - hizo una pequeña pausa y esbozó otra sonrisa -. Te quiero.
Me detuve en seco, incrédulo, con el corazón latiendo a toda velocidad por lo que acaba de oír.
- ¿Qué has dicho?
Erick estaba de espaldas, cogiendo su ropa del suelo. Se giró y me miró, haciéndose el extrañado.
- Que nos vemos después.
- No, después de eso.
- No he dicho nada tonto. Te lo habrás imaginado.
Antes de que pudiera replicar, él ya se había marchado. Sí, tenía una habilidad innata para sacarme de mis casillas.
- Imbécil - susurré, aun sabiendo que él no podía oírme. Precisamente por eso añadí: - Yo también te quiero.
Y me sumergí bajo el agua, eufórico.

Dark Passion Play - XV

El día antes de que se marcharan me desperté muy temprano, casi al alba, emocionado por lo que vendría después. Sentía la adrenalina correr por mis venas, y decidí liberar toda esa tensión para poder relajarme y preparar el terreno. Me vestí en un momento, bajé al garaje y arranqué mi moto, saliendo como una centella hacia el amanecer, con destino hacia ninguna parte. Sólo quería correr.

Cuando volví, casi una hora después, aún no había nadie levantado. O eso pensaba yo. Dejé mi Harley en su sitio - y el casco, recordando su petición - y subí las escaleras hacia los dormitorios, pensando en tumbarme en la cama un poco más a hacer el vago. Lo que no esperaba era encontrarme a mi hermana al final de las escaleras, mirándome con cara de pocos amigos.
- Ven. A mi cuarto. Ya - ordenó, haciéndome un gesto de que fuera tras ella. Sin saber muy bien de qué iba la cosa, obedecí.
Una vez en su dormitorio, cerró la puerta tras de mí y se sentó en la cama, indicándome con un gesto que me sentara a su lado.
- ¿Estás loco, o es que te has dado un golpe en la cabeza y no te funciona bien el cerebro? - no supe qué contestarle a eso -. Bueno, si no te lo has dado ya te lo vas a dar pronto, lo más seguro.
- No sé por dónde vas.
- Te he visto por la ventana con la moto.
- No debería ser ninguna sorpresa para ti saber que conduzco.
- Erick, te vas a matar. ¿En qué coño estás pensando, de verdad?

- No es más que un juego, si quieres llamarlo así, Lara. No es para tanto. Es sólo una forma más de entretenerme.
- ¿Entretenerte? ¿A ti no te importa nada, verdad? Tienes que dejarlo, tienes que parar. Podrías hacer mucho daño a alguien...
- ¿Daño? ¡Es sólo un juego! ¿Tú también con lo mismo? Joder, ¿os habéis juntado para hacer de mis Pepito Grillo particulares o qué?
- ¿También? ¿Quién más te lo ha dicho?
Entonces suspiré y le conté todo lo que había pasado el otro día en el prado. Me moría de ganas de contárselo todo nada más llegar - mi hermana era mi mejor confidente -, pero no sabía qué tal le iba a sentar, a pesar de que me había dicho que no me preocupara. Para mi sorpresa, pareció reaccionar mejor de lo que yo había planeado.
- Guau, es... es genial - dijo ella, sonriendo de verdad - Me alegro mucho por ti... por vosotros.
- Aún no hay un "nosotros", pero... tengo la esperanza de que eso cambie. Este fin de semana.
Ella se llevó las manos a la boca, ahogando un grito de sorpresa, y se abalanzó encima de mí.
- Así que por eso no te vienes con nosotros a disfrutar de un soleado fin de semana a la orilla del mar, ¿eh pillín? - dijo muy deprisa mientras me frotaba los nudillos en la cabeza, intentando en broma torturarme.
- ¡Para, para, so burra! - exclamé, intentando quitármela de encima -. Sí, sí que es por eso, ¡pero no puedes decírselo a nadie!
Rodé hacia un lado y ella se quedó en el sitio, boca abajo, con los brazos sujetando su cabeza.
- ¿Por qué no?
- Porque no quiero presionarle, esto ya debe estar siendo bastante raro y confuso para él. Además, no hemos hablado prácticamente desde aquel día... Y yo no quiero presionarle a hacer nada que él no quiera hacer.
- ¿Y qué es lo que quieres hacer con él, eh? - dijo Lara burlonamente, arqueando las cejas.
- Nada que no hayas hecho tú ya - respondí en el mismo tono burlón.
La sonrisa se borró de golpe de su cara, y supe que la había cagado.
Ella se incorporó y se arrastró en silencio hasta el cabecero de la cama, donde se apoyó, doblando las piernas y escondiendo la cara en ellas. No dijo nada, pero yo supe que estaba llorando.
- Lara... lo... lo siento - susurré, acercándome a ella hasta quedar a su lado. La rodeé con el brazo y la apreté contra mí - Lo siento, no quería recordarte eso...
Silencio. Oía sus sollozos ahogados, y eso me partía el alma.
- Perdóname... de verdad.
Ella levantó la cabeza, mirándome.
- No es culpa tuya, Erick. Es sólo que... lo pasé muy mal entonces y... me alegro muchísimo de que haya algo entre vosotros, de verdad, pero... le echo mucho de menos.
- Te lo repito una vez más... una sola palabra tuya, y pararé. No quiero ser yo quien te haga daño esta vez.
- ¡No! No, no es eso Erick. Eres mi hermano y te quiero, y también le quiero a él, y es genial que seáis felices, y más si es juntos. Es sólo que...
Titubeó, y finalmente se quedó en silencio.
- ¿Qué pasa, Lara?
Más silencio.
- Vamos... puedes contarme lo que sea... soy tu hermano.
- Es que... - dijo ella, vacilante - desde que él y yo rompimos, me siento mal... como si nadie más me fuera a volver a querer... y duele.
- ¡No digas eso, tonta! Yo te quiero.
- Sabes de sobra a lo que me refiero Erick...
Suspiré. Tomé aire y me armé de valor antes de decir:
- Yo también te quiero de esa manera y lo sabes.
Ella me miró a los ojos, agitada, sorprendida. Eso sí que no se lo esperaba.
- Erick... eso... eso fue hace mucho tiempo... decidimos no volver a hablar de ello...
- ¿Por qué, Lara? Joder... eres una mujer preciosa. Cualquier hombre daría lo que fuera por estar contigo, te lo aseguro.
- ¿Hasta tú?
- Hasta yo...
Mientras hablábamos, nos habíamos inclinado el uno sobre el otro, hasta estar demasiado cerca. Sus labios casi rozaban los míos.
- Erick... soy tu hermana... - dijo mirándome directamente a los ojos.
- No me importa... te quiero, y quiero hacer esto contigo. No es como si fuéramos hermanos biológicos. No cambiaría nada entre nosotros... ¿verdad?
- ¡No, claro que no! - sonrió -. Lo nuestro es tan único y tan raro, que no podría cambiar de ninguna manera.
- ¿Y tú quieres?
- Sí - dijo automáticamente - pero...
- Pues entonces no hay nada más que hablar - dije, abalanzándome sobre ella.

Sus labios y los míos se encontraron. Nos besábamos con cautela al principio, pero en seguida ambos nos desinhibimos y dejamos salir lo que llevábamos dentro.
La besaba en los labios, por la cara, por el cuello, por cualquier rincón de su piel que estuviera al descubierto. Cuando quise más, la levanté, abrazándola, y le quité la camiseta de tirantes que llevaba. No llevaba sujetador, ya que no hacía mucho que se había levantado. Besé sus pechos, los lamí, los mordí. Ella suspiraba y gemía. Con rapidez, como si le fuera la vida en ello, me quitó la camiseta y los vaqueros, hasta que ambos nos quedamos en ropa interior.
Nos miramos un momento a los ojos, y ambos sonreímos. Entonces fue ella la que se echó sobre mí, besándome con pasión, con urgencia. Me acarició el vientre hasta llegar más abajo, y su mano se adentró en mis bóxer. Cerré los ojos y ahogué un gemido. En seguida eso no fue bastante para ella y me terminó de desnudar. No decíamos nada, no hablábamos, sólo nos mirábamos de vez en cuando y sonreíamos.
Lara me empujó para dejarme tumbado sobre la cama y agachó su cabeza sobre mí, iniciando una felación. Yo estaba de tal forma que sólo podía ver su pelo subiendo y bajando. Entonces se apartó el pelo de la cara y me miró a los ojos, sin dejar lo que estaba haciendo. Eso casi pudo conmigo. Estuvimos así durante varios minutos, como animales salvajes: sin importarnos nada, sin pensar en nada. Finalmente, no pude más y exploté, intentando hacer el menor ruido posible.
Ella me besó y se tumbó a mi lado, satisfecha, aunque no tanto como yo.
Cuando recuperé el aliento la miré y sin previo aviso, la cogí de los tobillos, y la coloqué en el centro de su cama. Ella me miró, riendo, divertida. Le quité la poca ropa que le quedaba y abriendo sus piernas le dije:
- Ahora te toca a ti...

domingo, 26 de febrero de 2012

Dark Passion Play - XIV

Los siguientes días pasaron rápidos, sin complicaciones. No habíamos vuelto a hablar de lo que pasó aquella tarde, pero yo lo revivía continuamente. Y me gustaba. Me moría de ganas de que volviéramos a besarnos, de volver a estar tan cerca de él de esa manera, pero no pasó nada. Es cierto que tampoco tuvimos demasiadas ocasiones de estar solos - había cosas que hacer - pero le echaba de menos. A veces me despertaba por la noche y le espiaba en silencio, con la única luz de la luna iluminando su cama, viéndole dormir. Era hermoso. Mi odio me había cegado hasta hacía poco de tal manera que no había sabido verlo, pero era cierto. Y le quería para mí.

La noticia más remarcable aquellos días fue que los chicos estaban planeando un viaje a la playa para el fin de semana. En principio me sentí tentado de aceptar, pero luego, pensándolo mejor, planeé mi propio fin de semana. Era aún muy pronto, y bastante arriesgado, pero tenía tantas ganas de él...
Sutilmente, me las arreglé para convencerle de que el viaje a la playa no era una buena idea. No sé si por mi capacidad persuasoria, o bien porque el tenía los mismos pensamientos que yo, pero aceptó en quedarse conmigo.
Esperaba impaciente el fin de semana...

______________________________

No sabía cómo había aceptado, pero el caso es que, en tres días, Erick y yo íbamos a estar en casa, completamente solos. Los demás, incluida Lara, se iban a la playa de fin de semana. Eso nos daba tres días sin que nadie nos molestara, con total libertad para hacer lo que fuera. Las posibilidades me asustaban un poco, si bien en mi interior me moría de ganas de probarlas todas.
Aún seguía teniendo bastantes dudas respecto a mi sexualidad. Después de lo del otro día... ¿eso me convertía en gay? No, me gustaban las mujeres. Si en vez de Erick se quedara su hermana durante todo el fin de semana conmigo, en otras circunstancias, tenía muy claro lo que quería.
Entonces... ¿era bisexual? Aún no lo tenía claro, y la verdad era que no me importaba. Le quería a él, y eso era todo. Sin etiquetas. Sin reproches. Sin prejuicios. Decidí que lo que tuviera que ser sería, pero la verdad era que estaba hecho un manojo de nervios.

El día antes de que todos se fueran, por la mañana, me desperté muy temprano, pero Erick no estaba en su cama. No le di mucha importancia y me dirigí hacia la cocina para desayunar algo, pero al pasar por delante de la habitación de Lara oí gritos y les escuché a ella y a su hermano discutiendo.

- ¿En qué coño estás pensando, de verdad? - decía ella, visiblemente cabreada.
- No es más que un juego, si quieres llamarlo así, Lara. No es para tanto - resoplaba Erick -. Es sólo una forma más de entretenerme.
- ¿Entretenerte? ¿A ti no te importa nada, verdad? Tienes que dejarlo, tienes que parar. Podrías hacer mucho daño a alguien...
- ¿Daño? ¡Es sólo un juego!

En ese momento Mark, otro de los chicos que vivían en la casa, salió de su habitación, que pegaba con la mía. Me envaré, nervioso porque me hubiera descubierto espiando a Lara y Erick.
- Buenas... ¿Qué tal?
- Eh... bien, bien, gracias - farfullé nervioso -. ¿Y tú?
- Guau, ni te imaginas las ganas que tengo de que llegue mañana - evidentemente, se refería a la playa. No creo que esperara el día siguiente con ganas por los mismos motivos que yo -. ¿Estás seguro de que no quieres venirte? Podemos llevarnos otro coche si somos más...
- No, no, gracias, no te preocupes - le sonreí, aún nervioso -. No tengo muchas ganas, eso es todo.
- ¿Seguro? Bueno, si cambias de idea, ya sabes dónde estoy.
Asentí con la cabeza, sonriéndole. Él me devolvió la sonrisa - por lo general era una persona bastante alegre - y bajó las escaleras. Bajé tras él, olvidando el incidente de la habitación de Lara. Si es que había pasado algo, estaba seguro de que alguno de los dos hermanos me lo acabaría contando.

Dark Passion Play - XIII

Una vez nos separamos Lara y yo, no me lo pensé demasiado. Tenía muy claro lo que quería hacer. Entré a nuestra habitación - donde estaba él, leyendo encima de la cama - y le dije de repente:
- ¿Quieres venir a dar una vuelta conmigo en moto esta tarde?
Él levantó la mirada, sorprendido.
- ¿Cómo?
Es cierto, a veces hablaba muy deprisa cuando me ponía nervioso y lo más probable era que ni me hubiera entendido.
- Que si te gustaría venir esta tarde a dar una vuelta conmigo. En mi moto. Conduzco yo - añadí con una sonrisa.
- ¿En tu moto? Guau. Pensaba que no dejabas que nadie se acercara a ella mas que tú.
- Sí, pero no veo por qué no iba a poder hacer una excepción contigo... si quieres, claro.
- Sí... sí, sí, ¡claro que quiero! - dijo él, también sonriente.
- Estupendo. Estate listo a las cinco, ¿vale? Y abrígate, o pasarás frío.
- Estamos en Julio...
- Tú hazme caso - le guiñé un ojo y me fui, cerrando la puerta tras de mí, eufórico.

______________________________

Aún no me lo podía creer. Si había algo que Erick quería tanto como a su hermana y a la mía, era a su moto. Había conseguido hace tiempo - aún no sabíamos cómo - una preciosa Harley Davidson. Siempre le habían encantado las motos, pero aquella le traía loco. No dejaba que nadie la montara salvo él, por más que le había insistido su hermana, y lo más que había consentido había sido en darle una vuelta en ella una única vez. Aquello era tan alucinante, que si aún Erick y yo nos siguiéramos odiando y me lo hubiera propuesto con la única intención de matarme en un fingido accidente, hubiera aceptado de todas maneras.

A las cinco bajé, puntual, al garaje donde guardábamos algún coche y motos de todos los que vivíamos allí. Mi propia moto estaba allí, aunque no tenía nada que ver con la de Erick. Siguiendo sus instrucciones llevaba puesta una sudadera y traía conmigo una cazadora, a pesar de que me estaba asfixiando por el calor. Él ya estaba allí, haciendo quién sabe qué cosa.
- ¡Hola! - me saludó alegremente. Él sólo llevaba una camisa blanca que hacía que se le marcara el pecho, aunque enseguida alcanzó una cazadora de cuero de una percha que colgaba de la pared - ¿Todo listo? Bien, ponte esto.
Sacó el casco de la moto y me lo lanzó. Tras esto se puso la cazadora y abrió con un click la puerta del garaje.
- Eh, ¿y tú qué? - le espeté.
- ¿Yo qué?
- Que qué hay de tu casco.
- No me hace falta, no te preocupes.
Suspiré.
- Erick, no pienso subirme contigo a ninguna parte sin que te protejas debidamente. No quiero que te pase nada.
- Vaya, ¿y tú desde cuando te preocupas tanto por mí? - me respondió burlonamente. Aun así, se acercó a una estantería que había pegada a una de las paredes y cogió un casco negro.
"Si tú supieras..." pensé para mí mismo. Me puse el casco que me había pasado mientras él hacía lo mismo, y se subió a su moto.
- ¿Desea algo más el señorito? ¿Que me coloque un equipo de ciclista completo, quizás?
- No me toques las narices y enséñame lo que puede hacer este trasto - dije subiéndome tras él.
Erick arrancó con suavidad y salimos hacia las calles. Al principio no sabía cómo colocarme, pero pronto no tuve más remedio que abrazarme a él si no quería caerme de la moto. Se sentía bien. Su pecho era firme y la sensación de estar tan cerca de él me gustaba.
Mientras callejeábamos por la ciudad Erick conducía a una velocidad razonable, pero en cuanto nos alejamos de las afueras fue acelerando más y más. No sabía a dónde íbamos - no me lo había dicho - pero la verdad es que la sensación era genial. Era como si voláramos. No había exagerado ni una pizca al decirme que me abrigara, porque aún con el calor propio del verano, la velocidad a la que íbamos me helaba las manos. Tal vez íbamos demasiado rápido. Me aventuré a mirar el cuentakilómetros por encima de su hombro, y realmente me asusté. Erick conducía a casi ciento cincuenta. Instintivamente me abracé a él con mucha más fuerza. Él, por toda respuesta, me alzó una mano con el pulgar extendido, indicando que todo estaba bien. "Por lo que más quieras, no sueltes las manos del volante" era todo lo que podía pensar. Pegué la cabeza a su espalda, y decidí cerrar los ojos y rezar, o algo así, para que no nos estrelláramos.
No supe durante cuánto tiempo estuve así - tal vez unos veinte minutos, media hora - pero al cabo de un tiempo la moto fue decelerando hasta que nos detuvimos del todo. Me aventuré a abrir los ojos, y al ver que no nos movíamos, prácticamente salté de la moto. Me quité el casco y miré a mi alrededor.
Estábamos en una especie de explanada rodeada por algunos árboles, chopos y pinos. La hierba crecía en rodales y olía como a tierra mojada. Sonaba un arroyo a lo lejos y había una especie de fuente en un rincón, aunque parecía demasiado profunda para ser una fuente. Aún no era tarde, pero el sol ya bajaba y cubría el cielo de tintes anaranjados. Si no hubiera estado tan asustado, probablemente lo hubiera disfrutado muchísimo más.
- ¿Y bien? ¿Qué te parece? - Erick también se había quitado el casco y se sacudía el pelo, aplastado, con la excitación brillando en sus ojos-. Es bonito, ¿verdad?
- ¿Que qué me parece? Me parece que conduces como un loco, eso es lo que me parece.
- Oh, vamos, tampoco ha sido para tanto.
- Pensaba que íbamos a morir ahí.
- Casi siempre conduzco así cuando no voy por carretera - dijo encogiéndose de hombros -. Siempre que pueda y que no haya nadie. No quiero ser un peligro.
- Eres un peligro. Para ti y para los que van contigo en ese trasto.
Erick masculló algo entre dientes que sonó a un insulto, y se alejó de la moto y de mí hasta llegar a un punto concreto. Miró a su alrededor y se sentó en el suelo, entre la hierba, contemplando el paisaje. La verdad es que el sitio era realmente hermoso. Suspiré, me quité la cazadora y me acerqué a él, sentándome en silencio a su lado.
- Sí que es bonito - dije contestando a su anterior pregunta.
- Me alegro de que te lo parezca - susurró, aún sin sonreír como antes.
- Lo siento... he sido muy borde contigo. Lo siento.
- Me alegro de que lo sientas - dijo sin cambiar el gesto.
- Es sólo que... tengo miedo.
- ¿Miedo? - ahora su expresión era de extrañeza -. No voy a dejar que te pase nada.
- Tengo miedo de que te pase algo a ti, idiota. Has dicho que siempre conducías así.
- Nunca me ha pasado nada.
- ¡Pero podrías matarte, Erick! ¿Es que no lo quieres ver?
Nos quedamos mirándonos el uno al otro a los ojos, furiosos. Sus ojos estaban fríos, tan fríos como antes. Como cuando me miraba, las pocas veces que no podía evitarlo, después de que yo rompiera con su hermana. Eran fríos y duros como rocas. No podía aguantar esa mirada mucho más.
Extrañamente, fue él quien apartó la vista, agachando la cabeza.
- Perdóname - susurró al fin -. Es sólo que... no sabía que pudiera molestarte eso. Lo siento.
Parecía un niño pequeño al que le habían dado una reprimenda. Tan sólo, tan desprotegido... una inmensa ternura se apoderó de mí y le abracé, apoyando la cabeza en su hombro.
- No tienes que disculparte. Tan sólo... prométeme que tendrás más cuidado. ¿Vale? - él asintió, aún sin levantar la vista -. Ven - le dije tumbándome sobre la hierba, apoyándole en mi pecho. Él se abrazó al mío, de manera que su cara quedaba hacia mí pero no podía verle del todo.
Nos quedamos así durante un tiempo, mientras el sol se ponía sobre nosotros. Todo estaba tranquilo y silencioso, salvo por el ruido del agua que corría y de algunos pájaros.
- ¿Puedo hacerte una pregunta, si me prometes que vas a serme sincero? - dijo Erick de repente.
- Claro. Lo que sea.
- ¿Por qué te ha molestado tanto lo de la moto? - preguntó, con la voz aún monótona.
- Ya te lo he dicho. No quiero que te pase nada.
- Ya, pero... ¿por qué?
"Porque te quiero" hubiera sido la respuesta adecuada, y probablemente la que él esperaba. Pero aún no me sentía preparado para decírselo. Aún era pronto.
- Porque me preocupo por ti - aquello tampoco era ninguna mentira -, porque... me moriría si te pasara algo - eso ya era más de lo que tenía pensado decir en un primer momento.
Erick giró su cara hacia mí. Casi sonreía, y sus ojos brillaban de una manera especial.
- No digas eso.
- ¿Por qué no? Es la verdad - contesté rindiéndome a la evidencia.
- Porque yo no podría soportar que tú murieras.
Enrojecí, y sonreí como un idiota. Él me devolvió la sonrisa, sin dejar de mirarme. Dios... sus labios estaban tan cerca, tan rosados y tentadores... casi podía olerlos. Mi estómago era un manojo de nervios, y mi corazón latía en mi pecho con violencia. Mi cerebro no paraba de mandar órdenes contradictorias: "¡Bésale!"; "¡No lo hagas, aún es demasiado pronto!"; "Vamos, ¡bésale!"; "¡No le beses!", cuando de repente, Erick se incorporó sobre mí y puso sus labios sobre los míos. Yo, sin pensármelo dos veces, le devolví el beso con toda la pasión de la que fui capaz.

Si la magia existía, sin duda, debía ser algo como eso. No sé cuánto duró aquel primer beso, lo único que sé es que no quería que acabara nunca. Me separé de él cuando ya no pude evitarlo para recobrar aire, y me quede ahí, pegados nariz con nariz, respirando su aliento. Podía sentir el calor de sus labios de lo cerca que estábamos. Él abrió los ojos, me miró brevemente, sonrió, y volvió a besarme con dulzura, con suavidad.
Esta vez el beso fue más breve. Cuando nos separamos, el se quedó erguido, apoyado sobre un brazo a mi lado.
- Es tarde, va a hacerse enseguida de noche. Deberíamos ir yéndonos.
- Sí... - aún seguía aturdido por lo que acababa de pasar -. Sí, creo que tienes razón.
Nos levantamos - no sin dificultad -, nos sacudimos la hierba de la ropa y nos dirigimos a su moto en silencio. Me abroché la cazadora, que ahora se agradecía, mientras él hacía lo mismo. Después, él se puso el casco y se dispuso a subir a su Harley.
- Erick - se giró hacia mí y se quitó el casco, extrañado -. Un momento.
Me acerqué al borde de la moto, donde él estaba, tomé su rostro entre mis manos y le besé con fuerza. Erick tuvo que aferrarse al volante para no caerse, y me devolvió el beso con la misma fuerza. Aquello me gustaba. Podría acostumbrarme fácilmente a ello.
Nos separamos al cabo de algunos minutos - odiaba tener que hacerlo - y él me sonrió. Y aquella sonrisa era más hermosa que cualquier cielo estrellado que yo hubiera podido contemplar, y sus ojos azules eran más cálidos y más brillantes que el sol, del que apenas ya se veía nada.
- Y por favor... no vayas tan deprisa.
La sonrisa se borró de su rostro.
- Conduciendo, ¡deprisa conduciendo! - aclaré apresuradamente -. Cuando bajes de ese trasto puedes ir tan deprisa como quieras.
Él se rió, y rozó brevemente mis labios otra vez antes de ponerse el casco de nuevo. Hice lo mismo y la Harley arrancó, furiosa, en mitad del anochecer.

sábado, 25 de febrero de 2012

Dark Passion Play - XII

En los días siguientes recibimos noticias de Gemma: habían llegado a un pequeño pueblecito que, sorprendentemente, tenía cobertura; pero aún así no pudimos hablar más de diez minutos con ella entre todos. Sólo pudimos saber que estaba bien y que tal vez se retrasara en su vuelta, pero a los dos minutos Erick nos echó de la habitación para poder hablar a solas con ella. Era normal: después de todo era su novia.
Gracias a eso tuve algo de tiempo con Lara, con quien realmente necesitaba hablar después de la conversación del otro día. Sorprendentemente fue ella quien se acercó a mí.
- Escucha, ¿tienes un minuto?
- Para ti siempre - le contesté con una sonrisa. Aquel día me sentía verdaderamente feliz.
- Adulador... - se acercó a mí y bajando mucho la voz dijo: - ¿Has pensado en lo que estuvimos hablando el otro día?
- ¿Tú que crees?
- ¿Y? ¿Has sacado algo en claro?
- Mira, he pensado muchas cosas...
- ¡Vamos! Ni tú eres tan tonto como para no darte cuenta.
- No sé muy bien como tomarme eso...
Ella suspiró, cerrando los ojos. Después me agarró del brazo y susurró en voz muy baja, casi en mi oído:
- Ven conmigo. Te pondré las cosas un poco más fáciles.
Tras estas palabras me arrastró - literalmente - bajando las escaleras, hacia el primer piso; y de ahí hasta la puerta que conducía al patio. Una vez fuera, rodeamos una de las esquinas del edificio hasta llegar a un pequeño rincón, casi oculto entre árboles y diversos utensilios. Lara me pegó a la pared y me hizo señas de que me agachara. Me senté en el suelo y ella hizo lo mismo a mi lado. Estábamos tan cerca... los recuerdos del pasado - de nuestro pasado - a veces aún me escocían, pero ella ya no era mía. Ni yo era de ella. No nos debíamos nada ni teníamos nada, nada más que lo que habíamos sido.
- Escúchame bien, no tenemos mucho tiempo y no quiero que Erick nos encuentre aquí. Dime alguna de tus teorías, y te diré si es cierta.
- ¿Así sin más? - le dije sorprendido, después de tanto secretismo.
- Así sin más. Por favor, odio veros a mi hermano y a ti dar vueltas a una misma cosa sin llegar a nada. Y no sé si es porque los dos sois idiotas o porque realmente no te das cuenta. Así que venga, dispara.
- No sé si debería decírtelo...
- ¡Hazlo! - me apresuró ella.
Inspiré hondo y lo solté todo.
- Quiero a Erick. Le quiero, no sé por qué ni sé si está bien pero le quiero - al decirlo en voz alta, de alguna manera, se había hecho más real -. Ahora dime tú algo.
La miré directamente a los ojos - a esos mismos ojos a los que, no hace tanto tiempo, decía te quiero, y no "quiero a tu hermano" - y ella me devolvió la mirada, intensa, profunda... con una sonrisa.
- ¿Él me quiere a mí?
Su sonrisa se acentuó aún más. Era eso. Por fin lo había descubierto. Por fin lo sabía seguro.
- Sí, sí, sí, ¡claro que te quiere! - dijo apresuradamente - ¡Me alegro tanto de que por fin lo sepas! Se suponía que tenías que descubrirlo tú sólo, pero ya casi lo tenías. Ahora sólo...
- Para, para Lara, escúchame. Aún no me siento del todo cómodo con esto y te agradecería - remarqué especialmente esa última palabra - que no le dijeras nada a él. Lo que tenga que ser será... ¿de acuerdo?
Su sonrisa se borró a medias. Torció el gesto y pareció pensárselo un poco.
- De acuerdo - dijo finalmente, con resignación.
- Escucha... una cosa más.
- Dime.
- ¿De verdad estás cómoda con todo esto? - ahora su expresión era de sorpresa -Es decir... tú y yo... no hace tanto de eso. Te hice mucho daño, y no podría expresar lo suficiente lo arrepentido que estoy... pero no sé qué hay de ti.
- ¿Qué?
- Lara, ¿me quieres aún?
No, no, no, no, no tenía que habérselo dicho de esa manera. No de golpe, no de repente, no cuando estábamos hablando de que yo quería a su hermano. Pero... ¿para qué seguir negando las cosas? También la quería a ella. Claro que sí. No con la misma intensidad ni de la misma forma que antes, pero la quería. ¿De la misma manera que a Erick? Aún no lo tenía claro. Pero sí que sabía que eso no se había acabado, por más que me lo dijera a mí mismo. Ella había sido mi vida, y aún con esa cara, medio sorprendida, medio confundida, seguía siendo preciosa, y una parte muy importante de ella. Me había lanzado de cabeza al vacío con aquella pregunta, y conociéndola, la respuesta estaba muy clara.
- No.
Sólo que ésa no era la respuesta que yo esperaba.
Me quedé parado, sin saber muy bien qué hacer ni qué decir.
- Mira, lo siento... es cierto que después de que rompiéramos seguí sintiendo mucho por ti. Pero... ahora tú estás enamorado de mi hermano, y él de ti, y yo... yo tengo otras cosas en mi vida. - Aquello dolía como jamás hubiera imaginado - Lo siento... Esto no cambia nada entre nosotros, ¿verdad?
- No... no, claro que no. Lo primero es la amistad - le sonreí.
- ¿Y tú? ¿Tú me quieres? - preguntó ella, no menos repentinamente.
Estaba a punto de contestarle cuando de repente apareció Erick, y sinceramente, nunca me había sentido más agradecido de verle.
- ¡Hey, chicos! Os he estado buscando por todas partes. ¿Qué hacéis aquí?
- Nada, simplemente pasar el rato -dijo ella. Ya he mencionado anteriormente el potencial de Lara para mentir en cosas como esa -. ¿Qué tal con Gemma?
- Dios, no te imaginas lo que ansiaba oírla - dijo sonriente. Me gustaba tanto verle de esa manera... - Dice que, definitivamente, su viaje se va a alargar al menos otro mes, pero se lo está pasando mejor de lo que esperaba.
- Me alegro mucho - dijo Lara.
- Sí, yo también por ella. La echo de menos pero... bueno. No puedo estar siempre triste porque ella no esté - dijo mirándome - También hay otras cosas buenas.
Enrojecí hasta la raíz del cabello por ese comentario. Me levanté corriendo y les dije a los dos hermanos:
- Chicos, me voy, ¿vale? Luego nos vemos, Erick - dije en un valiente intento de captar su atención. Él asintió con una sonrisa.
Tras decir esto me alejé de su vista, atravesé corriendo el patio, y volví a entrar en la casa. Estaba feliz, feliz como no lo había estado en mucho tiempo. Y tuve el presentimiento de que, desde ahí, las cosas con Erick serían de otra manera.

______________________________

- Eres una mentirosa.
- Si esto va de ser honesto, tú a mi me pareces un poco idiota.
- No me hagas la de siempre Lara.
Me acurruqué en el suelo, al lado de mi hermana, y la abracé. Ella intentó apartarse de mi abrazo, mohína.
- Hey, está bien, no pasa nada. No estoy enfadado porque se lo hayas dicho.
- ¿Cómo lo sabes?
- Sólo he oído el final de la conversación, pero no soy tan idiota como te parezco. Y además acabas de confirmármelo. Y sigues siendo una mentirosa.
Lara enterró la cabeza en mi pecho, como hacía siempre que iba a llorar.
- Sabes que lo último que quiero es hacerte daño. Si todo esto puede contigo, lo dejaré. Haré como si nada hubiera pasado. Haré como si no sintiera nada por él. Pero no mientas... no digas que no le quieres, porque ambos sabemos que no es verdad.
- Pero tú también le quieres - susurró sollozando -. Y yo tengo a alguien más.
- Y yo también. Lara, seamos claros. Esto no va de cuál de los dos se queda con la chica... o con el chico en este caso. Lo primero para mí eres tú.
Ella se secó las lágrimas y se puso de pie.
- Y lo primero para mí eres tú. Yo ya he tenido mi turno con él. Ahora es el tuyo. Y hazlo bien, ¿vale? - me tendió la mano para ayudarme a levantarme -. Te quiero a ti, y eso es lo único que importa. Quiero que seas feliz. Y a Gemma tampoco le importaría, lo sé. Ve a por él y no te preocupes por mí. Yo estaré bien - dijo sonriendo.
- Le he odiado durante tanto tiempo... y todo por ti.
- Te dije que no lo hicieras...
- No podía evitarlo.
- Y por suerte, eso ya no es así Vamos, Erick. Dime qué es lo que sientes de verdad. Y si vas a levantarte hazlo, no voy a estar con la mano así todo el día.
No pude evitar reírme a carcajadas, cogí su mano y me levanté. La adoraba. En cierto modo, quererla era como quererme a mí mismo. Éramos tan iguales...
- ¿Qué es lo que sientes? - repitió mi hermana.
- Siento... siento que quiero estar con él. Siento que le quiero - me estremecí al decir estas palabras -. Siento que de alguna forma, puedo olvidar lo que te hizo y pasar página. Que podemos empezar de nuevo. No me siento culpable por Gemma... se lo he comentado, ¿sabes? Tienes razón, a ella no le importa. Sólo quiere que estemos bien. Siento que quiero intentarlo, quiero probar qué pasa.
- Pues adelante. Ahora sois sólo vosotros dos.
Le pasé un brazo por encima y nos dirigimos a la casa riéndonos y hablando de tonterías. También sentía que las cosas irían mejor a partir de ahora. Eso me gustaba. Quería volver a verle cuanto antes.
Miré hacia la ventana de nuestra habitación. Sonreí sin poder evitarlo.

martes, 15 de febrero de 2011

Dark Passion Play - XI

A la mañana siguiente me desperté sobre el suelo de la habitación, hecho un ovillo. Después de la noche anterior, aquello no era sorprendente. En cambio, Erick sentado sobre su cama, mirándome en silencio, sí que lo era.
- ¿Estás bien?
No le respondí. Me levanté, con un dolor insoportable de cabeza, ignorándole.
- ¿Ni siquiera vas a responderme?
- ¿Por qué has decidido hacer como que te importe que exista, así de repente? - le susurré con voz monótona.
- Nunca has dejado de importarme.
- Vaya, entonces eres un actor fabuloso - Erick sonrió para sí mismo. Eso terminó de sacarme de mis casillas-. En serio, ¿qué coño pasa contigo?
- Te hice una promesa.
- Como si eso te importara algo...
Hice ademán de marcharme, pero él se levantó muy rápido y me cogió por la muñeca, con fuerza pero sin violencia.
- ¿Por qué eres tan cabezota? ¿Por qué no te puedes quitar de la cabeza la idea de que no me importas? ¡Parece como si quisieras convencer a alguien de ello! -Sí. A mí mismo, tal vez-. De verdad... ¿por qué te cuesta tanto confiar en mí?
- ¿Por qué me has estado ignorando estos días?
- Porque tú me lo pediste - dijo como si fuera lo más natural del mundo.
Suspiré. Jamás dejaría de desconcertarme.
- Estás loco.
- Tal vez, pero escúchame. El otro día me comporté fatal, lo reconozco y lo siento. Estaba cabreado...
- ¿Por qué?
- ...estaba cabreado y me dejé llevar, eso es todo - siguió, ignorando mi pregunta-. Sé que estuvo mal hablarte de esa forma, y lo siento en el alma. Espero que puedas perdonarme.
Claro. Cómo negarle nada a esos ojos azules.
- ¿Ya está? ¿Eso es todo?
- ¿Qué más quieres que haga?
Me deshice de su mano, que aún seguía sujetándome, y me senté en la cama con la cabeza entre las manos.
- No se trata de lo que quiera que hagas Erick... Es que nunca sé cómo vas a comportarte, y eso me desconcierta, ¿sabes? Eres tan impredecible... ¡Un día quieres que seamos amigos, y al siguiente no te conozco! Yo no puedo estar así...
- Te prometo que no volverá a pasar. Ya me he disculpado...
- ¿Y cómo sé que puedo confiar en ti? - le dije con dureza.
- No lo sabes. Simplemente, tendrás que hacerlo.
- ¿Y si no quiero confiar en ti?
- No puedo obligarte a ello. Pero creo que sería un gran error por tu parte - siempre era tan lógico, tan razonado... no había nada para lo que no tuviera una respuesta convincente-. ¿Qué dices entonces?
Por toda respuesta, me lancé a sus brazos. Realmente necesitaba que alguien me abrazase... me sentía tan mareado, tan perdido... Todo había cambiado tanto en un día. El contacto con su piel era cálido y agradable, y el ser Erick algo más alto que yo, mi cabeza quedó apoyada en su pecho. Él sonrió... me encantaba su sonrisa. Me abrazó también, apretándome contra él. Cerré los ojos, deseando que este momento no acabase nunca.
- No vuelvas a hacerme esto - susurró con voz suplicante.
- No lo haré - le contesté, mientras él me acariciaba el pelo. Dios, se sentía tan bien...
- Lo único... la próxima vez antes de irte... de esa forma - sabía perfectamente a que se refería- avísame. Sólo para estar preparado.
Le quise preguntar "¿Estar preparado para qué?", pero no quería estropear el momento.
- No volveré a irme. Te lo prometo.