lunes, 27 de febrero de 2012

Dark Passion Play - XV

El día antes de que se marcharan me desperté muy temprano, casi al alba, emocionado por lo que vendría después. Sentía la adrenalina correr por mis venas, y decidí liberar toda esa tensión para poder relajarme y preparar el terreno. Me vestí en un momento, bajé al garaje y arranqué mi moto, saliendo como una centella hacia el amanecer, con destino hacia ninguna parte. Sólo quería correr.

Cuando volví, casi una hora después, aún no había nadie levantado. O eso pensaba yo. Dejé mi Harley en su sitio - y el casco, recordando su petición - y subí las escaleras hacia los dormitorios, pensando en tumbarme en la cama un poco más a hacer el vago. Lo que no esperaba era encontrarme a mi hermana al final de las escaleras, mirándome con cara de pocos amigos.
- Ven. A mi cuarto. Ya - ordenó, haciéndome un gesto de que fuera tras ella. Sin saber muy bien de qué iba la cosa, obedecí.
Una vez en su dormitorio, cerró la puerta tras de mí y se sentó en la cama, indicándome con un gesto que me sentara a su lado.
- ¿Estás loco, o es que te has dado un golpe en la cabeza y no te funciona bien el cerebro? - no supe qué contestarle a eso -. Bueno, si no te lo has dado ya te lo vas a dar pronto, lo más seguro.
- No sé por dónde vas.
- Te he visto por la ventana con la moto.
- No debería ser ninguna sorpresa para ti saber que conduzco.
- Erick, te vas a matar. ¿En qué coño estás pensando, de verdad?

- No es más que un juego, si quieres llamarlo así, Lara. No es para tanto. Es sólo una forma más de entretenerme.
- ¿Entretenerte? ¿A ti no te importa nada, verdad? Tienes que dejarlo, tienes que parar. Podrías hacer mucho daño a alguien...
- ¿Daño? ¡Es sólo un juego! ¿Tú también con lo mismo? Joder, ¿os habéis juntado para hacer de mis Pepito Grillo particulares o qué?
- ¿También? ¿Quién más te lo ha dicho?
Entonces suspiré y le conté todo lo que había pasado el otro día en el prado. Me moría de ganas de contárselo todo nada más llegar - mi hermana era mi mejor confidente -, pero no sabía qué tal le iba a sentar, a pesar de que me había dicho que no me preocupara. Para mi sorpresa, pareció reaccionar mejor de lo que yo había planeado.
- Guau, es... es genial - dijo ella, sonriendo de verdad - Me alegro mucho por ti... por vosotros.
- Aún no hay un "nosotros", pero... tengo la esperanza de que eso cambie. Este fin de semana.
Ella se llevó las manos a la boca, ahogando un grito de sorpresa, y se abalanzó encima de mí.
- Así que por eso no te vienes con nosotros a disfrutar de un soleado fin de semana a la orilla del mar, ¿eh pillín? - dijo muy deprisa mientras me frotaba los nudillos en la cabeza, intentando en broma torturarme.
- ¡Para, para, so burra! - exclamé, intentando quitármela de encima -. Sí, sí que es por eso, ¡pero no puedes decírselo a nadie!
Rodé hacia un lado y ella se quedó en el sitio, boca abajo, con los brazos sujetando su cabeza.
- ¿Por qué no?
- Porque no quiero presionarle, esto ya debe estar siendo bastante raro y confuso para él. Además, no hemos hablado prácticamente desde aquel día... Y yo no quiero presionarle a hacer nada que él no quiera hacer.
- ¿Y qué es lo que quieres hacer con él, eh? - dijo Lara burlonamente, arqueando las cejas.
- Nada que no hayas hecho tú ya - respondí en el mismo tono burlón.
La sonrisa se borró de golpe de su cara, y supe que la había cagado.
Ella se incorporó y se arrastró en silencio hasta el cabecero de la cama, donde se apoyó, doblando las piernas y escondiendo la cara en ellas. No dijo nada, pero yo supe que estaba llorando.
- Lara... lo... lo siento - susurré, acercándome a ella hasta quedar a su lado. La rodeé con el brazo y la apreté contra mí - Lo siento, no quería recordarte eso...
Silencio. Oía sus sollozos ahogados, y eso me partía el alma.
- Perdóname... de verdad.
Ella levantó la cabeza, mirándome.
- No es culpa tuya, Erick. Es sólo que... lo pasé muy mal entonces y... me alegro muchísimo de que haya algo entre vosotros, de verdad, pero... le echo mucho de menos.
- Te lo repito una vez más... una sola palabra tuya, y pararé. No quiero ser yo quien te haga daño esta vez.
- ¡No! No, no es eso Erick. Eres mi hermano y te quiero, y también le quiero a él, y es genial que seáis felices, y más si es juntos. Es sólo que...
Titubeó, y finalmente se quedó en silencio.
- ¿Qué pasa, Lara?
Más silencio.
- Vamos... puedes contarme lo que sea... soy tu hermano.
- Es que... - dijo ella, vacilante - desde que él y yo rompimos, me siento mal... como si nadie más me fuera a volver a querer... y duele.
- ¡No digas eso, tonta! Yo te quiero.
- Sabes de sobra a lo que me refiero Erick...
Suspiré. Tomé aire y me armé de valor antes de decir:
- Yo también te quiero de esa manera y lo sabes.
Ella me miró a los ojos, agitada, sorprendida. Eso sí que no se lo esperaba.
- Erick... eso... eso fue hace mucho tiempo... decidimos no volver a hablar de ello...
- ¿Por qué, Lara? Joder... eres una mujer preciosa. Cualquier hombre daría lo que fuera por estar contigo, te lo aseguro.
- ¿Hasta tú?
- Hasta yo...
Mientras hablábamos, nos habíamos inclinado el uno sobre el otro, hasta estar demasiado cerca. Sus labios casi rozaban los míos.
- Erick... soy tu hermana... - dijo mirándome directamente a los ojos.
- No me importa... te quiero, y quiero hacer esto contigo. No es como si fuéramos hermanos biológicos. No cambiaría nada entre nosotros... ¿verdad?
- ¡No, claro que no! - sonrió -. Lo nuestro es tan único y tan raro, que no podría cambiar de ninguna manera.
- ¿Y tú quieres?
- Sí - dijo automáticamente - pero...
- Pues entonces no hay nada más que hablar - dije, abalanzándome sobre ella.

Sus labios y los míos se encontraron. Nos besábamos con cautela al principio, pero en seguida ambos nos desinhibimos y dejamos salir lo que llevábamos dentro.
La besaba en los labios, por la cara, por el cuello, por cualquier rincón de su piel que estuviera al descubierto. Cuando quise más, la levanté, abrazándola, y le quité la camiseta de tirantes que llevaba. No llevaba sujetador, ya que no hacía mucho que se había levantado. Besé sus pechos, los lamí, los mordí. Ella suspiraba y gemía. Con rapidez, como si le fuera la vida en ello, me quitó la camiseta y los vaqueros, hasta que ambos nos quedamos en ropa interior.
Nos miramos un momento a los ojos, y ambos sonreímos. Entonces fue ella la que se echó sobre mí, besándome con pasión, con urgencia. Me acarició el vientre hasta llegar más abajo, y su mano se adentró en mis bóxer. Cerré los ojos y ahogué un gemido. En seguida eso no fue bastante para ella y me terminó de desnudar. No decíamos nada, no hablábamos, sólo nos mirábamos de vez en cuando y sonreíamos.
Lara me empujó para dejarme tumbado sobre la cama y agachó su cabeza sobre mí, iniciando una felación. Yo estaba de tal forma que sólo podía ver su pelo subiendo y bajando. Entonces se apartó el pelo de la cara y me miró a los ojos, sin dejar lo que estaba haciendo. Eso casi pudo conmigo. Estuvimos así durante varios minutos, como animales salvajes: sin importarnos nada, sin pensar en nada. Finalmente, no pude más y exploté, intentando hacer el menor ruido posible.
Ella me besó y se tumbó a mi lado, satisfecha, aunque no tanto como yo.
Cuando recuperé el aliento la miré y sin previo aviso, la cogí de los tobillos, y la coloqué en el centro de su cama. Ella me miró, riendo, divertida. Le quité la poca ropa que le quedaba y abriendo sus piernas le dije:
- Ahora te toca a ti...

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