lunes, 27 de febrero de 2012

Dark Passion Play - XVI

Lara yacía a mi lado. La abracé con fuerza y entrelacé mis piernas con las de ella. Ambos estábamos todavía desnudos, disfrutando del momento.
- Te quiero - le susurré en voz baja.
- Y yo a ti, idiota - me respondió ella, sonriente.
Se dio la vuelta, hasta quedar sobre un costado, y yo también me giré, quedando ella de espaldas a mi pero sin deshacer el abrazo.
- ¿Sabes? Es raro - comenté -. El amor romántico, el típico que se siente por un novio, una novia, o un amante, no se parece en nada a esto.
- Lo sé. Yo estaba pensando lo mismo.
- ¿Es algo malo?
Volvió a girarse, esta vez nos quedamos cara a cara.
- No lo sé, dímelo tú.
- Yo... creo que no. Eso no quiere decir que sea peor. Simplemente, que es distinto. Igual de bueno o mejor, pero distinto.
Ella me besó con dulzura.
- ¿Lo ves? Hasta en eso somos iguales - dijo, aún sonriendo -. Me gusta esto.
- A mí también.
- ¿Es algo malo? - preguntó, repitiendo mis palabras de antes.
Yo la abracé con más fuerza y la besé de nuevo en los labios.
- Para nada.

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Cuando subí del desayuno, aún no había ni rastro de Erick. No estaba en nuestra habitación, no estaba en ninguna parte. Por un momento me sentí tentado de ir a la habitación de Lara a preguntar por él - ya que les había oído antes discutir - pero decidí que no era una buena idea, así que me desnudé, dejé la ropa en mi cuarto, y me dirigí al baño para darme una ducha.

Salí de la ducha igualmente desnudo. Hacía mucho calor y además todos estarían en sus habitaciones preparando las maletas o abajo, haciendo planes para el fin de semana. Además, no se tardaban ni diez segundos en cruzar el pasillo desde el baño hasta la habitación. Entré y cerré la puerta tras de mí. Lo que no esperaba era encontrarme, al fin, a Erick allí.
- Oh... vaya, lo... lo siento, no sabía... no sabía que estabas aquí - tartamudeé, tapándome como pude.
Él se echó a reír.
- No tienes absolutamente nada de qué disculparte - ¿aquello iba con segundas intenciones? -. Es tu habitación tanto como la mía. Además, me iba ya, sólo he venido a coger un libro.
- Ah...
Me quedé allí, parado como un idiota, sin saber qué hacer.
Él encontró lo que estaba buscando y se dirigió a la puerta para salir.
- ¿Me dejas? - preguntó amablemente, aún intentando no reírse, puesto que estaba bloqueando el paso -. Voy al jardín, por si te apetece que nos veamos ahora.
- Eh... sí... claro. Ahora nos vemos.
- Estupendo. Y yo que tú haría algo con esa timidez tuya. No debería preocuparte el hecho de que te vea desnudo.
- ¿Qué...?
Pero él ya se había marchado. Aún oía sus risas ahogadas por la escalera. Le maldije internamente y cerré la puerta, que él había dejado abierta. Siempre, siempre, aún con esta nueva situación, se las arreglaba para sacarme de mis casillas.
En el fondo tenía razón. No debería avergonzarme de estar desnudo delante de él, no si el fin de semana salía como, al mismo tiempo, yo anhelaba y temía; y menos después de aquella tarde....
Echaba de menos sus besos. Varias veces desde entonces me había recreado en ese momento, transportándome a mi propio paraíso personal. Quería que se repitiera, claro que sí, pero aún no sabía si estaba preparado para ir a más.
Volví a la realidad de golpe. Llevaba varios minutos parado, de pie, desnudo, sin hacer nada. Tenía que parecer todo un idiota. Maldiciéndole otra vez, busqué unas bermudas en el armario y una camiseta limpia. Hacía demasiado calor como para ponerme otra cosa, y además me apetecía darme un chapuzón.

Una vez vestido, bajé al primer piso y salí al patio. Aún no era mediodía, y no tenía nada más que un par de horas antes de que aquello se convirtiera en un auténtico horno. Erick estaba tumbado boca abajo en la hierba, leyendo el libro que se había llevado antes, no muy lejos de la piscina. Estaba tan concentrado que ni se dio cuenta cuando me acerqué a él.
- ¿Vienes al agua? - le pregunté.
Él se sobresaltó un poco, y luego miró hacia arriba, agradeciendo que le tapara el sol.
- No, no te preocupes, me voy a quedar aquí un poco más. Ahora voy.
Me encogí de hombros, me quité la camiseta y salté a la piscina. Apenas conseguí escuchar el quejido de Erick de que tuviera más cuidado con las salpicaduras antes de sumergirme bajo el agua.
Siempre me había gustado nadar, bucear, pasar tiempo en el agua. Por eso, cuando empecé a vivir allí, me alegré enormemente de que hubiera una piscina, aunque por unas cosas o por otras no podía usarla tanto como quería. Estuve bastante tiempo en el agua, unas veces sumergido y otras veces nadando, despejando la mente, simplemente concentrándome en la sensación de estar en el agua. Casi no me di cuenta cuando Erick saltó a la piscina, casi encima de mí.
- ¡Eh, ten más cuidado! - le grité cuando salió a la superficie.
- Vamos, quejica, sabes que no te iba a hacer nada.
- Serás imbécil...
Por toda respuesta me sacó la lengua.
- Píllame, si es que puedes - me retó, burlonamente.
Acto seguido se sumergió de nuevo. "Será creído..." pensé para mí mismo, antes de sumergirme tras él. Era bastante rápido. La piscina no era muy grande, pero sí lo suficiente como para permitirle escapar de mí cuando casi lo tenía acorralado y para que tuviera que coger aire varias veces, cansado, antes de volver a sumergirme para perseguirle. Él casi nunca salía. Aguantaba más tiempo que yo debajo del agua, y se movía más rápidamente buceando que nadando.
Tras diez minutos de caza, logré agarrarlo del brazo cuando salía a coger aire, y le empujé contra una de las paredes de la piscina, sin darle posibilidad de escapatoria.
- Te tengo - dije triunfante. Erick esbozó una sonrisa torcida.
- Ya lo sé. Desde hace bastante.
Sonreí, confuso, y me acerqué más a él hasta arrinconarle contra una esquina, cerrando cualquier vía de escape. Me agarré al bordillo, ya que después de todo estaba cansado después de la "cacería".
- ¿Si te pregunto algo, serás sincero conmigo?
- Claro - respondió él, agarrándose con ambos brazos a los bordillos que formaban la esquina e impulsándose para salir, hasta quedarse sentado en el borde con las piernas en el agua -. Siempre lo soy.
"No hasta hace tanto" pensé yo. Pero rápidamente pregunté:
- ¿Cuál es el verdadero motivo por el que no te vas mañana con los demás?
Él se quedó un momento en silencio, sopesando la respuesta.
- Creo que eso ya lo sabes.
- Sí, pero prefiero que me lo digas tú mismo - insistí -. Vamos... has prometido ser sincero.
Erick suspiró.
- Simplemente... me apetecía estar contigo. A solas. Por mucho que quisiera ir a ese viaje.
- Entonces... ¿te quedas sólo por mí?
- Sí. Esa es la única verdad. ¿Me puedo ir ya a avergonzarme o tengo que contestar más preguntas embarazosas?
Nadé un poco hasta quedarme agarrado a sus piernas. Él jugó conmigo, balanceándome en el agua.
- No tienes de qué avergonzarte. La verdad es que yo me quedo por lo mismo.
Su sonrisa se hizo más amplia, y yo también sonreí. Nos quedamos en silencio, mirándonos el uno al otro.
- Bueno, creo que me voy a ir ya, antes de que mis pies se conviertan en pasas - dijo Erick, levantándose del bordillo. Asentí con la cabeza y me di la vuelta, dispuesto a quedarme en el agua un poco más, calmando el torbellino que era mi mente -. Nos vemos después - hizo una pequeña pausa y esbozó otra sonrisa -. Te quiero.
Me detuve en seco, incrédulo, con el corazón latiendo a toda velocidad por lo que acaba de oír.
- ¿Qué has dicho?
Erick estaba de espaldas, cogiendo su ropa del suelo. Se giró y me miró, haciéndose el extrañado.
- Que nos vemos después.
- No, después de eso.
- No he dicho nada tonto. Te lo habrás imaginado.
Antes de que pudiera replicar, él ya se había marchado. Sí, tenía una habilidad innata para sacarme de mis casillas.
- Imbécil - susurré, aun sabiendo que él no podía oírme. Precisamente por eso añadí: - Yo también te quiero.
Y me sumergí bajo el agua, eufórico.

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