martes, 15 de febrero de 2011

Dark Passion Play - XI

A la mañana siguiente me desperté sobre el suelo de la habitación, hecho un ovillo. Después de la noche anterior, aquello no era sorprendente. En cambio, Erick sentado sobre su cama, mirándome en silencio, sí que lo era.
- ¿Estás bien?
No le respondí. Me levanté, con un dolor insoportable de cabeza, ignorándole.
- ¿Ni siquiera vas a responderme?
- ¿Por qué has decidido hacer como que te importe que exista, así de repente? - le susurré con voz monótona.
- Nunca has dejado de importarme.
- Vaya, entonces eres un actor fabuloso - Erick sonrió para sí mismo. Eso terminó de sacarme de mis casillas-. En serio, ¿qué coño pasa contigo?
- Te hice una promesa.
- Como si eso te importara algo...
Hice ademán de marcharme, pero él se levantó muy rápido y me cogió por la muñeca, con fuerza pero sin violencia.
- ¿Por qué eres tan cabezota? ¿Por qué no te puedes quitar de la cabeza la idea de que no me importas? ¡Parece como si quisieras convencer a alguien de ello! -Sí. A mí mismo, tal vez-. De verdad... ¿por qué te cuesta tanto confiar en mí?
- ¿Por qué me has estado ignorando estos días?
- Porque tú me lo pediste - dijo como si fuera lo más natural del mundo.
Suspiré. Jamás dejaría de desconcertarme.
- Estás loco.
- Tal vez, pero escúchame. El otro día me comporté fatal, lo reconozco y lo siento. Estaba cabreado...
- ¿Por qué?
- ...estaba cabreado y me dejé llevar, eso es todo - siguió, ignorando mi pregunta-. Sé que estuvo mal hablarte de esa forma, y lo siento en el alma. Espero que puedas perdonarme.
Claro. Cómo negarle nada a esos ojos azules.
- ¿Ya está? ¿Eso es todo?
- ¿Qué más quieres que haga?
Me deshice de su mano, que aún seguía sujetándome, y me senté en la cama con la cabeza entre las manos.
- No se trata de lo que quiera que hagas Erick... Es que nunca sé cómo vas a comportarte, y eso me desconcierta, ¿sabes? Eres tan impredecible... ¡Un día quieres que seamos amigos, y al siguiente no te conozco! Yo no puedo estar así...
- Te prometo que no volverá a pasar. Ya me he disculpado...
- ¿Y cómo sé que puedo confiar en ti? - le dije con dureza.
- No lo sabes. Simplemente, tendrás que hacerlo.
- ¿Y si no quiero confiar en ti?
- No puedo obligarte a ello. Pero creo que sería un gran error por tu parte - siempre era tan lógico, tan razonado... no había nada para lo que no tuviera una respuesta convincente-. ¿Qué dices entonces?
Por toda respuesta, me lancé a sus brazos. Realmente necesitaba que alguien me abrazase... me sentía tan mareado, tan perdido... Todo había cambiado tanto en un día. El contacto con su piel era cálido y agradable, y el ser Erick algo más alto que yo, mi cabeza quedó apoyada en su pecho. Él sonrió... me encantaba su sonrisa. Me abrazó también, apretándome contra él. Cerré los ojos, deseando que este momento no acabase nunca.
- No vuelvas a hacerme esto - susurró con voz suplicante.
- No lo haré - le contesté, mientras él me acariciaba el pelo. Dios, se sentía tan bien...
- Lo único... la próxima vez antes de irte... de esa forma - sabía perfectamente a que se refería- avísame. Sólo para estar preparado.
Le quise preguntar "¿Estar preparado para qué?", pero no quería estropear el momento.
- No volveré a irme. Te lo prometo.

viernes, 11 de febrero de 2011

Dark Passion Play - X

- ¿Ves? Te lo dije - dijo Lara nada más cerrar la puerta.
Seguía allí, escondido, con el corazón latiéndome tan fuerte que pensé que se me iba a desbocar.
- Erick, ya puedes salir. Ya se ha ido.
Despacio, eché hacia arriba las sábanas que cubrían el hueco de debajo de la cama de Gemma, y salí de mi escondite, recordando lo ocurrido hacía sólo unos momentos.

Cuando llamaron a la puerta y supe que era él, me bloqueé completamente. Había olvidado lo dulce y melodiosa que era su voz, la suavidad de su forma de hablar... Lo había olvidado todo, y oírle me golpeó como un martillo. Ni siquiera pude reaccionar ante la mirada de urgencia que me dirigió Lara. Tras disculparse por unos minutos, cerró la puerta de un golpe y me susurró deprisa:
- ¡Es él!
- Lo sé - fue lo único que acerté a contestarle, paralizado como estaba.
- ¿Y qué narices estás haciendo ahí parado? Date prisa, él no puede verte.
- Lara, si es en lo que estás pensando, no pienso tirarme por la ventana sólo porque...
- ¡No, idiota, que te escondas! Rápido, métete debajo de la cama - sin saber por qué la obedecí, tirándome al suelo y metiéndome como podía en aquel hueco-. Así... Con las faldas del edredón caídas, no podrá verte - se dirigía hacia la puerta cuando de repente se giró y dijo-. Voy a abrir. Como se te ocurra hacer un sólo ruido, me encargaré personalmente de arrancarte la cabeza. Ni respires.
Por toda respuesta saqué un puño con el pulgar levantado. Ella se paró frente a la puerta, y respiró hondo antes de abrir.
- Oye, lo último era broma. Sí que puedes respirar. Pero no demasiado fuerte - me avisó amenazadora. Dicho esto abrió la puerta y, tras disculparse, le invitó a entrar.

Fue como si el mismo sol se hubiera presentado allí, iluminando toda la estancia. Aunque estaba algo incómodo en mi escondite, podía verlo y oírlo todo desde allí. Sus cálidos ojos castaños estaban fijos en algún punto indeterminado, vacíos. Me costaba la misma vida verle así y no hacer nada para remediarlo. Pero él lo había querido así. Él me lo había pedido.
- Erick ha estado durmiendo aquí, ¿verdad? - dijo, con la voz desprovista de toda emoción.

- Sí, bueno... - Lara era rápida inventando excusas, así que no me preocupé por eso-. Un par de días sólo.
Lo cierto era que no me sentí con fuerzas para regresar a la habitación después de ello. Realmente, no me sentí con fuerzas para volver a verle, así que en un momento en el que él no estaba en casa, cogí algo de ropa y lo imprescindible para pasar algunos días durmiendo con Lara, en la cama vacía de Gemma; pero muchas noches ni siquiera podía estar allí. No podía evitar encogerme de dolor y pasar horas despierto, sin poder dormir, así que para no molestar a mi hermana, me bajaba a intentar dormir al sofá.
- ¿Te ha dicho por qué? - volvió a preguntar él, con el mismo tono de voz.

- No. Simplemente me lo pidió y... no puedo obligarle a contarme algo si él no quiere - mi hermanita, siempre tan convincente.
- ¿Y no quieres una explicación?
- Bueno... Desde que te he visto en la puerta, pensaba que tú ibas a dármela - ¿qué? ¿Qué quería decir con eso?
- ¿Y por qué yo? Yo no soy Erick.
- Y yo no soy idiota.

Ahora sí que estaba totalmente perdido: aquella era la misma táctica que Lara utilizaba cuando quería sonsacarme algo. ¿Qué explicación podía darle él? Yo ya le había contado por qué discutimos, ¡se lo había contado todo! ¡No había nada que ella no supiera!
Entonces, él empezó a hablar, en tropel, como si quisiera liberarse de una carga muy pesada que lo atormentaba. Realmente así era, y me di cuenta, a medida que iba escuchándole, que el que no sabía nada era yo. ¡Qué ciego había estado! Él... no podía ser. Él sólo quería que desapareciera de su vida, que le ignorara, que le odiase incluso. Pero lo estaba escuchando de sus propios labios, y sólo aquello me convenció de que no estaba soñando. Me quería... él me quería. Me sentí eufórico, con ganas de gritar, de lanzarme sobre él, de abrazarle, de besarle, de... ¡Si tan sólo él supiera! Si supiera que no hacía otra cosa más que pensar en él, que no paraba de recordarle, que le extrañaba, que me moría por decirle todo lo que sentía. Si supiera cuánto le echaba de menos, cuánto deseaba volver con él y poder espiarle mientras dormía o estaba distraído haciendo algo, por el simple placer de verle. En aquel momento mis últimos temores se disiparon, y la idea de que yo jamás pudiera llegar a gustarle se esfumó como si no hubiera existido nunca.

Cuando me quise dar cuenta, estaban despidiéndose, ya que yo había perdido la noción del tiempo desde el mismo momento en que él paró de hablar, abandonándome a mis propios pensamientos.
- ¿Ves? Te lo dije - aún seguía sin creérmelo... Lara suspiró-. Erick, ya puedes salir. Ya se ha ido - salí y me senté sobre el borde de la cama. Me sentía los músculos de la cara tensados, sonriendo. Debía parecer un auténtico gilipollas, pero no me importaba -. ¿Lo has oído?
- ¿Tú qué crees?
- Mejor. Así no tendré que faltar a mi promesa de no contarte nada.
Le hice una señal de que me diera algunos minutos para calmarme antes de seguir hablando. Estaba algo mareado, y aún me latía muy rápido el corazón. Me sentía en una nube.
- Dime que no estoy soñando, por favor.
- Para nada - respondió mi hermana, sonriente-. Es todo cierto. Repito que te lo dije.
- ¿Tú lo sabías? - le recriminé ansioso.
- No, pero tenía ese presentimiento. Ya sabes, intuición femenina.
- Tengo que ir a hablar con él... tengo que decírselo...
- ¡Ni se te ocurra! Él no puede saber que lo has oído.
- ¿Me estás diciendo que me quede aquí parado sin hacer nada?
- Desde luego, no vas a ir corriendo a contarle al pobre chico que tú también le quieres - bufó-. Escucha, creo haberle dado las pistas necesarias para que lo averigüe él solito. Déjale que lo descubra, y luego, discúlpate y haz las cosas bien.
- Que no se lo diga directamente, vamos.
- Exacto.
- ¿Y cómo se supone que voy a hacérselo saber si no?
Lara suspiró.
- Erick, si tengo que enseñarte a estas alturas de tu vida cómo ligar con alguien, me sentiré muy decepcionada contigo - me reí-. Creo que a partir de aquí podrás arreglártelas solito.
Asentí, ilusionado. Tenía tantas ganas de abrazarle...

Esa noche sí que dormí con Lara. Me sentía feliz al fin, en paz conmigo mismo, sereno. Nada podría haberme arrebatado esa sensación de euforia.
Aquella noche, por fin en mucho tiempo, pude dormir tranquilo.

martes, 8 de febrero de 2011

Dark Passion Play - IX

Durante los días siguientes, Erick no durmió en nuestra habitación. A veces me levantaba en mitad de la noche, presa de unos horribles y constantes sueños, y bajaba abajo a por un poco de agua para calmarme. Y al pasar por delante del salón le veía ahí, en uno de los sofás, de espaldas a la puerta, quién sabe si dormido o tan intranquilo como yo. Otras veces, simplemente, no estaba allí.

Cuando estaba en mi cama, ni siquiera podía mirar al lugar donde debería estar él. Habría sido más fácil fantasear con que seguía ahí, tumbado en su cama, como una perfecta estatua de mármol, y que podía seguir contemplándole durante horas y horas; pero no era así. Le había dado a elegir, me lo había jugado todo a una sola baza... y había perdido.
Él no me hablaba, ni hacía señal de que estuviera allí. Realmente, no nos habíamos visto desde entonces, pero no había hecho señal alguna de que yo estuviera allí. Definitivamente, para él, yo no existía.

Me pasaba las horas tumbado en mi cama, con la mirada perdida, sin saber qué hacer o qué sentir. El dolor era cada vez más y más profundo y necesitaba alguna manera de desahogarme. No iba a ir detrás de él corriendo a suplicarle que me perdonase - no habría servido para nada - pero necesitaba hacer algo, y urgentemente.
Me encontré a mí mismo con sorpresa golpeando la puerta de la habitación de Lara. Abrió enseguida.

- ¡Hola! No esperaba verte por aquí. Eh... ¿está todo bien?
- Realmente no. ¿Puedo pasar? - Lara echó un vistazo rápido hacia dentro, con el ceño fruncido - Por favor.
- Si me das un segundo... Está todo muy desordenado.
- Por favor, he estado aquí millones de veces...
- Es sólo un segundo - dijo deprisa, cerrándome la puerta en las narices.
Esperé pacientemente. No entendía su modo de actuar pero no me importaba. Realmente, me daba todo igual.
Lara abrió al cabo de algunos minutos.
- Ya está. Lo siento - se disculpó-. Pasa.
Entré, sin saber realmente a dónde me dirigía. Eché un vistazo a la cama de Gemma, y vi que estaba deshecha.
Entonces lo entendí.
- Erick ha estado durmiendo aquí, ¿verdad?
- Sí, bueno... - su voz se tornó nerviosa - Un par de días sólo.
- ¿Te ha dicho por qué?
- No. Simplemente me lo pidió y... no puedo obligarle a contarme algo si él no quiere.
- ¿Y no quieres una explicación?
- Bueno -admitió -. Desde que te he visto en la puerta, pensaba que tú ibas a dármela.
- ¿Y por qué yo? Yo no soy Erick.
- Y yo no soy idiota.
Suspiré. Entonces, sin poder contenerme más, le conté todo. Absolutamente todo. Lo que sentía por Erick, el error que había cometido, los horribles días que llevaba sin saber nada de él, los sentimientos de culpa por traicionar a mi hermana, la manera en la que él me ignoraba. Todo.
Lara sólo escuchaba, sin interrumpirme en ningún momento. Sólo podía adivinar sus reacciones por los gestos de sus cejas, que a veces expresaban sorpresa, y otras fruncían el ceño. Al fin y tras una larga pausa, dijo:
- ¿Erick lo sabe?
- ¿Estás loca? ¿No me has escuchado? ¡Tu hermano me odia! Decirle lo que siento sólo aumentaría su desprecio hacia mí.
- ¿Cómo puedes estar tan seguro?
- ¿No es más que evidente? - le pregunté, molesto.
- No, no. Quiero decir, tal vez no lo has estado mirando en la dirección adecuada. Dime, ¿qué es lo que me has dicho que viste en Erick aquella mañana cuando... regresaste pronto?
Me estremecí. Recordar ese momento dolía, a pesar de que no había parado de hacerlo en los últimos días.
- Furia - dije al fin-. Estaba furioso.
- ¿Y por qué iba a estar furioso simplemente porque te fueras de putas?
- No era una...
- Ese no es el tema - me interrumpió-. Quiero decir, si según tú le eres tan indiferente, ¿por qué le iba a molestar algo así?
Aquello me descabaló completamente, porque era perfectamente lógico. O ilógico, según mi punto de vista. Había algo que se me estaba escapando, pero, ¿el qué?
- Mira, - me dijo Lara al fin- mi consejo es que te tranquilices y vuelvas a pensar todo fríamente, pero dejando de obsesionarte con la idea de que Erick te odia, ¿vale? Haz como si... fuese como a ti te gustaría que fuera, y no como crees que es. Cambia esa idea por... otra - parecía como si intentara decirme algo, pero hablaba de una forma tan enigmática... No tenía ni la menor idea de a qué se refería-. Déjate llevar, ¿vale? Confía en mí - dijo cogiéndome la mano, sonriéndome.
- Está bien - suspiré nuevamente-. No tengo ni la menor idea de a qué te refieres, pero lo intentaré. En cualquier caso, gracias por escucharme.
- Siempre aquí para lo que sea.
- Y... escucha.
- ¿Sí?
- Una última cosa.
- Dispara.
- No se te ocurra decirle eso a nadie. Especialmente - recalqué esa palabra - a Erick. ¿De acuerdo?
- Si me lo dices así...
- Por favor, Lara. Te lo estoy diciendo en serio.
- Vale, vale. No le diré ni una palabra a Erick. Te lo prometo - hizo el gesto de sellar sus labios mientras decía esto.
- Gracias otra vez - dije mientras abría la puerta, dirigiéndome hacia mi habitación, que estaba justo enfrente-. Hasta luego.
- Adiós - me respondió ella, cerrando la puerta deprisa detrás de mí.

Entré a mi cuarto y volví a dejarme caer, abatido, sobre la cama, de cara a la pared. Tenía la impresión de que se me estaba escapando algo pero... ¿el qué? Le di vueltas y vueltas a la conversación con Lara, sin llegar a sacar nada en claro. Frustrado, me giré sobre mí mismo, y entonces me di cuenta del error que había cometido.
Ya era de noche, y la luna se veía a la perfección desde la ventana. Esa misma ventana a la que me forzaba no mirar desde hacía días, porque, justo debajo, estaba su cama. Recordé con tristeza aquella vez en la que había permanecido toda la noche mirándole. Recordé cada poro de su piel, cada centímetro de su rostro, cada tono de sus ojos azules. Era tan inalcanzable para alguien como yo... la angustia me oprimió el pecho con más fuerza. Le quería, le quería, le quería...

De pronto me fijé en algo en lo que - ya he dicho antes que había procurado no mirar hacia su cama, sólo hacía más daño - no había reparado antes. Aquel trozo de papel amarillo que me llamó la atención ese día, por la mañana... seguía allí. Era lógico si allí no había estado nadie. Y había más sobre la colcha, esparcidos por toda la cama.
Me levanté, me acerqué con cuidado y lo cogí. No podía entender lo que ponía, pero parecía mi letra. Recogí los trocitos del suelo y los dejé sobre la cama. Los que había encima estaban medio aplastados, Erick se debía haber quedado dormido encima de ellos. Así, cuadraba que él siguiera semi vestido cuando discutimos. Arrodillado en el suelo, los fui juntando poco a poco, recomponiendo la nota original. Sí... definitivamente era mi letra, pero no podía leer nada. No fue hasta algunos minutos después, cuando logré recomponerlos todos, cuando me di cuenta de que aquello, era la nota que le había dejado, donde se veía de forma indirecta a dónde me había ido y qué iba a hacer.
La única explicación que se me ocurría era que Erick la había visto, y, furioso, la había roto (la forma de los trozos denotaba que así había sido) y la había arrojado sobre su cama. Pero, ¿por qué? Me fijé mejor; aquella nota era la única pista que tenía, lo único que tenía algo de sentido con las palabras de Lara, lo único que podía ponerle un poco de orden a mi cabeza. En algunas partes la tinta estaba emborronada, coincidiendo con algunas manchas circulares que parecían... No podía ser. Él había estado... ¿llorando?
Entonces lo entendí todo. Había encontrado la nota, donde decía claramente que iba a acostarme con alguna otra chica. Eso lo había cabreado tanto como para romperla de esa forma, lanzarla sobre la cama, y dejarse caer, desesperado, sobre los trozos rotos, llorando hasta que se había quedado dormido de agotamiento. Sólo había una cosa que encajara con todo eso... además de con la discusión que habíamos tenido por la mañana. Los celos. El tono de su voz al recriminarme lo de la pasada noche lo dejaba perfectamente claro... eran celos. Erick estaba celoso.

Rompí a llorar allí mismo, sin poder hacer nada por evitarlo.

lunes, 7 de febrero de 2011

Dark Passion Play - VIII

Desperté, aturdido y con una tremenda resaca. Miré a mi alrededor, no reconocía la habitación. ¿Dónde estaba?
Volví a cerrar los ojos, y entonces recordé todo. Las risas, el alcohol, los besos, y finalmente... me estremecí al recordarlo. Me tomé un segundo para pensar, sin abrir los ojos todavía. ¿Me hacía sentirme esto mejor? No. Todo lo contrario. Me sentía, si cabía, aún más miserable que antes. Sí, el sexo estaba bien, pero... no quería despertarme por la mañana en una cama de la que sólo quisiera salir corriendo para no volver nunca. Quería despertarme a su lado, y al abrir los ojos, verle durmiendo. Acariciar su pelo negro, sus mejillas con algo de barba. Y que abriera los ojos y pudiera hundirme en ellos. Poder abrazarle por la mañana, sentirme feliz, tranquilo, seguro...
Me sentí como si estuviera traicionando a Erick, aún cuando sabía de sobra que él y yo no éramos nada ni podríamos llegar a serlo jamás. Todo aquello sólo eran tontas y vanas ilusiones... y no valía la pena lamentarse por ellas.
Abrí los ojos y me incorporé en la cama, mirando a mi alrededor. El cuarto estaba hecho un desastre: la persiana bajada daba un aire lúgubre y triste a la habitación. El suelo estaba lleno de porquería, de basura, de ropa tirada, y de botellas de cerveza vacías. Encontré la caja de preservativos - vacía - en un rincón de la mesita que había libre y la estrujé en mi puño. Tenía que salir de aquí cuanto antes. Él no podía enterarse de esto.

Me levanté corriendo, sin apenas prestar una mirada ni una caricia a la mujer que yacía en la cama, a mi lado. Rebusqué mi ropa, esparcida por el suelo, y me vestí tan pronto como pude. De pronto recordé la nota que había dejado antes de marcharme: sería imposible ocultárselo. Mentir sólo me rebajaría aún más, aunque para mí, yo ya había tocado fondo.
Me marché de la habitación sin dar ninguna explicación, sin volver la vista atrás, sin ni siquiera despedirme de mi ocasional compañera. No quería volver a encontrarme en una situación así... nunca más.

Era pronto por la mañana cuando regresé a casa, por lo que no encontré a nadie despierto. "Tanto mejor" pensé. Subí las escaleras con cuidado de no hacer ruido, e igualmente en silencio abrí la puerta de mi habitación.
Erick estaba tirado encima de su cama, sin camiseta, con los vaqueros y el calzado aún puestos. En el suelo, al lado de su cama, había algunos trocitos de papel amarillo. Decidí darme una ducha para eliminar el olor de la noche anterior y, aunque sabría que no tendría éxito, intentar borrar la culpa que sentía. Estaba buscando ropa limpia para cambiarme en el baño sin molestar a Erick cuando oí:
- Vaya. Has vuelto pronto.
Su voz estaba llena de resentimiento y amargura... como cuando aún me odiaba.
- ¿Por qué iba a volver más tarde?
Definitivamente, se había cansado de jugar al chico bueno conmigo y había vuelto a ser el mismo de siempre: frío, distante, intimidante. Me seguía odiando, de eso no había duda alguna; y todos estos días pasados sólo habían sido una pantomima. Intenté contener las lágrimas, a pesar de estar de espaldas a él.
- No lo sé. Pensaba que los polvos de una noche duraban más. O que tal vez lo alargarías durante todo el día siguiente. ¿Para qué ibas a volver aquí teniendo una zorrita a tu disposición? ¿O es que tu puta te ha echado?
- Erick, para, por favor.
- ¿Me lo vas a negar? ¿Acaso no es cierto que hayas pasado la noche follándote a una zorra cualquiera?
- ¡Y a ti qué más te da! - me giré sin poder evitar gritarle. A esas alturas las lágrimas corrían por mi cara sin que pudiera hacer nada por ocultarlas.
- Cállate, por favor. Vas a hacer que se entere toda la casa. O tal vez sea lo que quieres, que todo el mundo sepa que...
- ¡VETE A LA MIERDA!
Nos quedamos callados, mirándonos con rabia el uno al otro. Yo, porque sabía que aunque me molestasen sus palabras, tenía razón, tenía toda la razón. No merecía ni mirarle a la cara después de aquello. Y él... no podía descifrar su expresión. Había furia en sus ojos, pero no entendía por qué. Qué más le daba a él con quién me acostara. Qué más le daba a él cualquier maldita cosa que me pasara.
Su expresión se apaciguó un poco.
- Escúchame... - comenzó.
- Cállate Erick. No quiero volver a oírte. No quiero que vuelvas a dirigirme la palabra. No hasta que decidas de una maldita vez qué es lo que vas a hacer conmigo. Hasta entonces, ignórame. Haz como si estuviera muerto.
Pegué un portazo y salí de allí corriendo. En ese momento era lo único que quería, morirme.
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- Jamás podría...- susurré, aun sabiendo que él ya no podía oírme -. Jamás podría siquiera imaginar que no estás aquí...
Me di la vuelta, apoyando las palmas de las manos en el cristal de la ventana. Aún era temprano. El agua de la piscina estaba clara y tranquila, y el sol se colaba suavemente por la ventana, iluminando nuestra habitación, iluminando... su cama.
Sin coger nada, bajé las escaleras en silencio, hasta salir fuera al patio. Una vez allí, en el borde de la piscina, me descalcé, me quité los vaqueros, y me tiré al agua. Estaba fría, sabía que aquello me despejaría la cabeza. Me hundí hasta lo más profundo y me quedé allí durante algo más de un minuto, hasta que la sensación de ahogo fue insoportable. Entonces salí, y el aire fresco inundó mis pulmones como una bendición. Nadé hasta el borde de la piscina y me quedé allí apoyado, aún dentro del agua.
Así era como me sentía cuando él estaba conmigo. Como una liberación que me daba aire y me libraba de ahogarme. No tenía derecho a ponerme como lo había hecho, no tenía ningún derecho a sentir celos de esa fulana, fuera quien fuera; y sin embargo no podía evitarlo.
Le quería... era sorprendente, pero era cierto: le quería. Y me dolían sus palabras, que se clavaban como cuchillos afilados en mi corazón. Él... él quería que hiciese como si estuviera muerto. ¿Qué debía hacer entonces? No podía ignorarle, desde luego. Si hubiese muerto, yo no podría ignorarlo. Me desgarraría el alma, me atravesaría como una espada y me quitaría parte de las ganas de vivir.
¿Era eso lo que él quería? ¿Que me convirtiera en un cadáver andante? Pues bien, así sería. De todas formas, así era como me sentía después de sus palabras. Sin calor, sin aliento, sin esperanza...como si estuviera muerto.

Dark Passion Play - VII

Otros tres días pasaron de forma lenta y monótona, en los que no pude apenas estar con Erick a solas. Lara parecía no percatarse de nada, y casi siempre estábamos con ella, los tres juntos. Aquello por un lado me gustaba, y por otro me frustraba, porque le quería para mí. Sólo para mí. Mis sentimientos por Erick no habían cambiado en absoluto, si bien se habían hecho aún más fuertes. Pero cada vez que pensaba en él, venía a mi cabeza la idea de que él tenía novia. De que a él yo no le gustaba ni podía llegar a gustarle -y esta fue la parte más dura de asimilar. De que el hecho de que ahora fuésemos amigos no implicaba nada mas, ni lo iba a implicar jamás.
Me iba consumiendo de forma rápida, y ya no sabía qué hacer. Tenía que quitármelo de la cabeza como fuera.
Estaba tan desesperado, que, cuando una de mis "amigas ocasionales" me dio un toque, le propuse que quedáramos. Ella aceptó. Siempre aceptaban.

Aquella noche no dormí en casa.
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Gemma llevaba una semana fuera, y se me estaba haciendo bastante duro. Sabía que ella estaba bien, o al menos, me forzaba a creerlo; pero lo peor de todo había sido aquello que me pidió antes de marcharse. Que hiciera las paces con su hermano.
¿Lo peor? Eso creí al principio. No sabía por qué, pero tenía ese aire de animal asustado, de perro que busca un amo. Era extraño, ya que desde que dejó a mi hermana, siempre se había portado de forma desafiante conmigo. Como si me estuviera retando.
En cambio, ahora parecía haberse rendido. Pero, ¿ante qué?
Los primeros tres días fueron extraños. Conciliadores. Incluso agradables. Pero él estaba cambiando, como si un oscuro secreto lo persiguiese y no le dejase respirar.
Le había visto agitado en sueños, incluso creí haberle visto llorar. No me importaba... ¿no me importaba? Eso quería hacerme creer. Lo cierto era que sí me importaba, que cada vez que veía aquel dolor en sus ojos castaños, me aterraba y me dolía a mi también.
Para remediar aquello, evitaba estar a solas con él tanto como podía. Pasaba la mayor parte del tiempo con mi hermana, o los tres juntos, pero casi nunca solos.
Justamente un día de aquellos, casi una semana tras marcharse Gemma, estábamos Lara y yo en su habitación. Ella estaba tirada en la cama, leyendo; y yo... sólo miraba por la ventana. Estábamos en un segundo piso, y la ventana de Lara y Gemma (en una pared perpendicular a la mía) daba a un hermoso patio que había abajo. Había una pequeña piscina, no muy grande pero sí profunda. Había algún árbol solitario, que salía de entre las baldosas aportando algo de color verde al sitio, rodeado por unas piedras no muy grandes pero pesadas, que formaban un círculo alrededor de cada árbol, inclinándose ante su majestuosidad. También había algunas flores, pero estaban en parterres pegados a la pared. El suelo estaba cubierto por unas baldosas de cerámica con figuras geométricas; y por las tardes, el sol bajo daba al lugar un aspecto de patio árabe.
- ¿En qué piensas? - preguntó mi hermana de repente, sin levantar la vista de su libro.
La miré en silencio. Tenía esa peculiar forma suya de sentarse, con las piernas cruzadas sobre el colchón y la espalda arqueada, como un gato agazapado a punto de saltar sobre su presa.
- En nada.
- No me mientas. Lo haces fatal.
- ¿Qué más te da?
- Curiosidad.
Me reí. Siempre era así. Éramos tan idénticos... podíamos habernos pasado así durante horas, esquivándonos el uno al otro sin llegar a nada en claro. Pero sentía la imperiosa necesidad de contárselo.
- ¿De verdad quieres que te lo diga?
- ¿Te habría preguntado si no?
- No es muy ortodoxo responder a una pregunta con otra pregunta.
- Ni lo es que estés dando mil vueltas cuando ardes en deseos de contarme lo que quiera que sea.
Volví a reírme, no pude evitarlo.
- Dispara, anda - me insistió.
- Está bien. Estaba pensando... en él.
Ahora sí que levantó la vista y me miró sorprendida. Cerró el libro, lo dejó a un lado y se levantó con suavidad para venir a mi lado, de frente a la ventana.
- ¿Qué ocurre, Erick? - la gravedad en su voz no dejaba lugar a dudas. Lo sabía. Sabía tanto como yo, o probablemente más. Aún así, tardé un poco en responderle.
- No... no lo sé. Me siento muy confundido.
- No es para menos. ¿Ha pasado algo?
- Sí... y no... no lo sé - me frustré. Sabía que, realmente y analizándolo fríamente, entre nosotros no había pasado absolutamente nada. Pero muy en el fondo, algo dentro de mí se moría por que ocurriera. Y ni siquiera entendía por qué.
Lara me miró, y yo la miré a ella. En aquel momento toda la verdad iba a salir a la luz, y yo lo sabía. Y ella también lo sabía. Y no iba a andarse con rodeos.
- ¿Él te gusta?
- Creo que sí - respondí en voz baja.
- ¿Y a él le gustas tú?
Ahí sí que me había pillado.
- No lo sé - le confesé-. No tengo la menor idea, pero es bastante improbable. Después de todo, a él le gustan sólo las mujeres. Y... yo ni siquiera sé si siento verdaderamente algo por él. Creo que es mejor que no me haga ilusiones.
- Y sin embargo, te las haces - no era una pregunta, sino una afirmación.
Abatido, me di media vuelta y me dejé caer sobre la cama más cercana, la de Gemma. Aquella era otra cuestión. Sabía que, en caso de que ocurriera algo, a ella no le importaría: yo la amaba. La amaba y moriría si dejase de hacerlo, por eso ambos habíamos acordado que teníamos libertad para, en alguna ocasión, probar cosas distintas. La llama iba a seguir estando ahí, siempre. Pero, ¿su hermano? No sabía si aquello estaba dentro de nuestro acuerdo. Jamás lo habíamos hablado, ni se nos había pasado por la cabeza.

Lara se había sentado en el borde de la cama, junto a mi cabeza. Me apoyó en su regazo, y me empezó a acariciar el pelo. Aquello siempre me relajaba, y ella lo sabía. Pasaron algunos minutos hasta que finalmente me preguntó:
- ¿Qué vas a hacer?
- No lo sé. No puedo hacer nada si él no quiere hacer nada.
- ¿Y si quiere?
- No seas ridícula.
- No, Erick, te lo digo en serio. ¿No has notado que él lleva unos días como triste y callado? - claro que lo había notado. No sabía cómo me hacía sufrir eso-. Tal vez a él le esté pasando lo mismo que a ti, pero le cueste más admitirlo.
- Es imposible, pequeña... gracias por intentar hacérmelo creer, pero es imposible. Yo... ¡yo jamás podría gustarle! Para él, soy poco menos que una bestia inhumana, alguien que siempre está de mal humor y que siempre le habla mal.
- Pensaba que ibais a ser amigos.
- Lo estamos intentando, pero, aunque lo fuéramos, sigo siendo un hombre. Somos muy distintos de vosotras, las mujeres guapas, ¿lo sabías? No tenemos esas insinuantes curvas, ni esos labios que incitan a besar. Ni esos preciosos ojos enmarcados por un abanico de pestañas negras. Ni...
- A mí me gustan tus labios. Si no fueras mi hermano, probablemente ya los habría devorado - se rió de su propio chiste.- Y tus ojos son muy bonitos.
- No puedo compararme con una mujer para alguien a quien le gustan las mujeres, ¿sabes?
- Bueno. En todo caso, no pierdas la esperanza. Si entra dentro de tu acuerdo con Gemma, ve a por él. O simplemente, deja que se sienta cautivado por tu encanto.
- ¿Mi encanto? - no pude reprimir una sonora carcajada. Carecía de encanto alguno, y aunque no estaba mal en lo que respecta al físico, tenía una personalidad bastante extraña que muy poca gente alcanzaba a comprender. En todo caso...- Está bien. Te haré caso. De momento dejaré al chico tranquilo, no voy a comérmelo. Me guardaré la bestia que llevo dentro - le guiñé un ojo-. Prométeme que si averiguas algo me lo contarás enseguida.
- Y tú prométeme que no dejarás que el hecho de que no le gusten los tíos te aleje de él.
- Te lo prometo, pequeñaja. Pero no te hagas ilusiones de ver un episodio yaoi en vivo y en directo. Después de todo, no estoy tan loco por él.

Pero sí lo estaba, y no me di cuenta hasta mas tarde, cuando vi un post-it en el corcho de nuestra habitación, escrito con su letra, en el que decía que no le esperásemos ni a cenar ni por la noche, que llegaría mañana. Y yo sabía que aquello sólo podía significar una cosa.
Furioso, rompí la nota en mil pedazos, y los arrojé sobre mi cama. Apoyé la espalda con un golpe en la pared y me arrastré hasta el suelo, sujetándome la cabeza con las manos. Aquello no debería importarme tanto. No, para mí sólo era un juego, algo nuevo que probar. Los celos no tenían cabida en aquella partida, y sin embargo, estaba celoso.
- ¿Qué me está pasando? - susurré en voz baja, sin esperar que nadie me contestara.

Dark Passion Play - VI

Cuando por fin conseguí entrar al baño, me metí en la ducha y allí permanecí durante un largo rato, desnudo, bajo el chorro del agua fría. Allí al menos sabía que nadie podría molestarme. Cuando mi piel empezó a arrugarse, salí, y miré el reloj. Eran casi las cinco, no hacía ni una hora que me había levantado, y ya sabía que había sido una mala idea.

Con sólo una toalla enrollada alrededor de la cintura, entré a mi habitación, donde estaba Erick. Oh, fantástico, ahora me iba a poner nervioso porque me viera desnudo. Intenté que él no se diera cuenta del temblequeo, y si lo hacía, lo atribuiría al frío de la ducha.
- Buenos días, ¿o debería decir tardes? - dijo con una sonrisa burlona.
- Muy gracioso - le respondí, mientras intentaba buscar mi ropa sin que él me pudiera ver demasiado.
- Escucha... - comenzó. Por Dios, que no me preguntase sobre el temblor-. Quería darte las gracias por lo de anoche.
- ¿Lo de anoche? - ¿sabría que le había estado viendo? En ese momento me quise morir allí mismo.
- Sí, cuando me desperté y tal.
- Ah. Eso de anoche. No te preocupes, no pasa nada.
- Estaba soñando con Gemma... y me asusté. Lo siento por despertarte.
- No pasa nada - repetí. Comencé a vestirme rápidamente y permanecimos en silencio durante unos minutos, hasta que al final mi curiosidad no pudo más y pregunté- ¿Qué es lo que soñaste?
- Nada - mintió. Al darse cuenta de que no podía negármelo, añadió - Nada importante.
- Por favor.
Más silencio.
- Soñé que ella estaba al borde de un precipicio, llamándome. Cuando iba hacia ella, se caía y no podía hacer nada por ayudarla. Por eso grité.
La sola imagen me aterró a mí también. Visto así, era perfectamente comprensible lo de anoche.
- ¿Por qué iba a ocurrir nada así? No tienes de qué preocuparte.
- Gemma está con sus padres en algún lugar de Sudamérica, pateándose los Andes. Manías raras de ellos. Por eso está prácticamente incomunicada y no sería tan raro que se cayera desde un risco.
Eso me hizo pensar. Ahora entendía por qué no había sabido nada de Gemma en dos días, y el por qué del miedo de Erick. Vaya, así que ni siquiera podía llamarla para recordar que él era su novio y que yo con él no pintaba nada. Eso me facilitaba las cosas muchísimo.
Bufé.
- No sabía que estaba allí.
- Ella tampoco hasta última hora. Sólo tuvo tiempo a enviarme un mensaje rápido desde el aeropuerto antes de embarcar. ¿Entiendes ahora por qué estaba así ayer?
- Visto así, es más que comprensible. Lo siento. ¿Se lo has explicado a Lara?
- Ayer, cuando me dijiste que le pidiera disculpas.
No dijimos nada más por el momento, y cada uno siguió en sus cosas.

Sin embargo, tenía que saberlo. No iba a marcharme, y por supuesto no le iba a dejar marcharse a él de aquella habitación hasta que me diera una explicación.
- Erick.
- ¿Sí? - dijo sorprendido.
- ¿Se puede saber por qué narices estás así de amable conmigo últimamente? ¡Joder, hasta hace tres días me odiabas! Yo no he hecho nada, y tú de repente has cambiado.
- ¿Prefieres que siga como antes?
- ¡Pues claro que no!
- Entonces no te quejes y disfruta.
Definitivamente, no había perdido la capacidad de frustrarme, y además lo hacía de maravilla.
- ¿No lo entiendes, pedazo de idiota? ¡No puedes cambiar totalmente de la noche a la mañana! ¡No puedes hacerme eso!
Mierda. Había hablado demasiado. Siempre me pasaba cuando me enfadaba.
- ¿Qué? - preguntó él, visiblemente confuso-. ¿A qué te refieres con que no puedo hacerte eso?
- A que -intenté encontrar el motivo principal debajo de todos mis sentimientos culpables- tengo que saber a qué atenerme contigo. ¿Entiendes? Dime si me odias, si has decidido que seamos amigos, o si simplemente vas a ignorarme; pero por favor... tengo que saberlo.
Esperé no haber sonado demasiado suplicante. Esperé que él no se diera cuenta del trasfondo que tenían mis palabras. Esperé durante cinco minutos mientras él se pensaba su respuesta.
- Creo - dijo al fin- que la última opción no nos conviene, ya que vivimos juntos. No puedo odiarte...
- ¿Por qué? -le interrumpí ansioso.
- Porque Gemma me pidió que no lo hiciera. Además, parece ser que ya no sientes nada por mi hermana, ¿no?
- ¿Quién te lo ha dicho?
- Ella - sonrió.
- ¿Y Lara cómo lo sabe?
- Simplemente, lo sabe. ¿Es que acaso es mentira?
- No - respondí, dándome por vencido-. Ya no siento absolutamente nada por Lara - dije recalcando suavemente las últimas palabras.
- Entonces, si no tengo nada contra ti, no tengo por qué odiarte. Por tanto, la única opción que nos queda, es que intentemos ser amigos. Venga, antes nos llevábamos bien.
- Antes... hace tanto tiempo de eso.
Erick se sentó a mi lado, en la cama, donde no tenía siquiera consciencia de estar. Hablar con él me envolvía, y esta conversación me estaba mareando, dando la vuelta a todas mis expectativas.
- Escúchame. Ambos sabemos que lo que le hiciste a Lara estuvo mal, pero no puedo culparte eternamente por ello, no ahora que ella es feliz. Quiero a mi hermana, y no te puedes ni imaginar lo mucho que me dolió verla sufrir de ese modo. Pero ella te ha perdonado, y creo que ya es hora de que yo haga lo mismo, ¿no te parece? Además, antes éramos amigos. Podemos seguir siéndolo, ¿no? Sólo si a ti te parece bien. Si aceptas, prometo no volver a hablarte de manera brusca, al menos no intencionadamente - sonrió-. Prometo confiar en ti. Prometo no dejarte caer nunca. Prometo estar a tu lado cuando te haga falta. - me tendió una mano, y yo le miré a los ojos, intentando averiguar si aquello era una broma. Pero en ellos sólo vi sinceridad, y supe que hablaba en serio.- ¿Podrás tu aceptarlo y prometerme lo mismo a cambio?
Le estreché la mano. El contacto con su piel me sacudió como una descarga eléctrica. Era suave y cálida...
- Lo prometo - dije devolviéndole la sonrisa.
- Bien - dijo, separando su mano de la mía. Me sentí repentinamente vacío. Él se levantó y añadió-. Bueno, es tarde, no te molesto más. Voy abajo, ¿vale? Ya nos veremos luego.
Estuve tentado de decirle que él nunca me molestaba, pero habría sido demasiado y no quería estropear el momento. Él se marchó y yo me quedé allí, sentado, con mil cosas rondándome la cabeza.
Me dejé caer sobre la cama de puro agotamiento mental. Decididamente, Erick tenía la capacidad de marearme. Pensando en lo que acababa de suceder, sonreí para mis adentros: él no me odiaba. No podía sino sentirme eufórico ante eso. No sólo no me odiaba, sino que ahora éramos oficialmente amigos. No podía ilusionarme - ¡no debía ilusionarme! - pero mejoraba muchísimo la situación.

Con todo esto en mi cabeza, me levanté para encender la mini cadena, poner el primer disco que encontré, y subir el volumen al máximo. Tras darle al play volví a tumbarme en la cama. Dejé que la atronadora música llenase mi cabeza, liberándome de mis pensamientos, pero hubo uno que no pude sacar.
"Te quiero, Erick."

Dark Passion Play - V

Al fin, decidí intentar dormirme aunque fuese unas pocas horas, ya que iba a ser muy extraño que él se despertase y me viese allí, observándole como un loco obseso durante toda la noche.
Fue Lara quien me despertó, bastante más tarde de lo que yo había previsto. El sol estaba ya muy alto y me sentía tremendamente cansado, como si no hubiera pegado ojo.
- ¡Buenas tardes dormilón! Ya está bien, ¿no? Te has tirado toda la mañana durmiendo. Y por tu cara, parece como si no lo hubieras hecho en toda la noche. No te irías después de fiesta por ahí sin mí, ¿verdad?
- Claro que no tonta - me incorporé despacio intentando no marearme. La cabeza me dolía horrores. Nunca me sentaba bien acostarme tarde.- ¿Qué hora es?
- Casi las cuatro. Ya hemos comido todos, no sabíamos cuando ibas a bajar.
- No te preocupes, de todas formas no tengo hambre...
- ¿Seguro? Aún queda algo de pasta.
- Seguro.
- Si quieres puedo hacerte alguna otra cosa, me apetece cocinar, la verdad.
- De verdad, no te preocupes.
- Hey, ¿te encuentras bien? Estás muy raro y...
- Escucha, Lara, por favor - rogué en un intento desesperado por que parara de bombardearme con preguntas.- No me encuentro muy bien, sólo quiero estar un rato aquí sólo.
- Te conozco de sobra... y sé que cuando quieres estar sólo es porque algo malo pasa.
- No te preocupes, en serio.
- Anda, dímelo.
- Lara, por favor, ya- le espeté bruscamente, sabía que cuando quería algo no paraba hasta conseguirlo.
- ¿Me lo contarás después?
- En otro momento, otro día.
- ¿Me lo prometes?
- Te lo prometo - repliqué de forma cansina. Le hubiera prometido cualquier cosa con tal de que se marchara.
- Bueno... si cambias de opinión, de todas formas, sólo llámame, o avisa a Erick. Estaremos por aquí.
- Gracias. Adiós - dije dando por finalizada la conversación.
- Hasta luego... Mejórate.

Lara cerró la puerta tras de sí al marcharse. Sólo quería que se fuera porque mientras hablaba con ella había estado viniendo en tropel todo lo ocurrido anoche a mi cabeza. Erick, su despertar asustado, la noche en vela mirándole...
No estaba bien de la cabeza, definitivamente. Eso no era propio de una persona cuerda. ¡Me estaba planteando si sentía algo por un chico! Y no uno cualquiera, ¡sino el novio de mi hermana! Era de locos. Yo no era gay, siempre me había sentido atraído por mujeres. En cambio, Erick sí que era bisexual, aunque nunca había estado saliendo con un hombre. No podía entender de ninguna manera como podía saber eso, a pesar de que él y Lara me lo habían intentado explicar varias veces.
Si las dudas sobre mi sexualidad ya formaban un auténtico torbellino en mi cabeza, imaginé el resto. No era cualquier chico. Era EL chico de MI hermana. Era el hermano de mi ex-novia. Era el hombre que más me odiaba en el mundo. De entre los millones de personas que había en el mundo, tenía que ser justamente él.
- ¡Mierda! - grité, lanzando la almohada contra la ventana, intentando de alguna forma descargar mi frustración.
La almohada rebotó contra el cristal, yendo a parar a la cama de Erick. Me quedé mirando, inmóvil, aún más triste que antes. Aquella misma noche yo había estado allí, con él. Le había tocado, le había tranquilizado, y él me había sonreído. Incluso me había dado las gracias... Tal vez no me odiase tanto como yo pensaba y Lara tuviera razón. Tal vez pudiésemos llegar a ser amigos, incluso quién sabe. Tal vez algo más...
¿Pero realmente quería llegar a algo más con él? Mi cabeza decía que no, pero mi corazón gritaba que sí. Y no podía ignorarlo. No podía quedarme allí parado mucho más tiempo, durmiendo al lado suyo, ignorando lo que empezaba a sentir, o la angustia iba a acabar matándome.
En fin, ¿y a quién le iba a importar? A Gemma, desde luego. A Lara también. ¿Pero a él? Aunque me lanzara en ese mismo momento desde la ventana de nuestro cuarto y cada vez que mirase por ella viese mi cadáver en el suelo, no le iba a importar una mierda. Yo para él no era nada, al menos el odio era un sentimiento. Si ni siquiera me odiaba, quería decir que yo no le importaba nada, absolutamente nada. Y esto me ahogaba por dentro, me oprimía el pecho y me dejaba sin aliento.
Iba a tardar bastante en admitirlo, pero le quería... no podía negarlo de ninguna forma, ni podía encontrar una sola evidencia que justificara lo contrario. Le estaba empezando a querer, y no sabía hasta donde iba a poder llegar aquello. Imaginaba que no demasiado lejos, ya que yo le era indiferente. "Mejor así" - pensé con tristeza.- "Odiaría hacerle daño a Gemma."

No tenía hambre, en eso no le había mentido a Lara, así que decidí darme una ducha, cambiarme, y hacer algo para mantener ocupada mi cabeza.
El baño estaba ocupado - por supuesto, ya que no vivíamos solos, sino con otros cuatro más: dos chicos y dos chicas, con los que mi relación era cordial y amistosa pero no éramos íntimos amigos. En total éramos ocho en casa, aunque me parecía mucho más vacía sin Gemma aquí-.
Recordarla me entristeció y me hizo sentir culpable. La echaba mucho de menos. ¿Y como se lo demostraba? Encaprichándome por su novio. Realmente era un desgraciado, o al menos era así como me sentía: tremendamente culpable por todo aquello, pero sin poder dejar de emocionarme cada vez que pensaba en él. Me odiaba a mí mismo.

Dark Passion Play - IV

Tras armarme de valor, decidí que ahora debía ocuparme de él, aunque sólo fuera por lo que Gemma me había pedido.
Llamé a la puerta. Nadie contestó, aunque sabía de sobra que él estaba allí.
- Erick, soy yo, ¿puedo pasar? - Silencio. Insistí, golpeando suavemente con los nudillos. De pronto la puerta se abrió de golpe.- Lo... lo siento. ¿Te molesto?
- Sí, pero supongo que no puedo prohibirte que pases a tu propia habitación - dijo con la mirada baja. No podía verle la cara, parecía como si estuviera ocultándose adrede. - Pasa - dijo finalmente, tras un minuto de silencio.
Cerré la puerta al entrar, él volvió a tirarse en su cama, con la cabeza enterrada en la almohada, de tal forma que yo no pudiera verle. Tenía música suave y melancólica en la mini cadena. ¿Habría estado llorando? Decidí no decir nada por el momento; al menos no hasta que se hubiera acostumbrado a que yo estuviera allí. Me senté en mi propia cama, con la espalda pegada a la pared, ojeando el último número de una de mis revistas favoritas.
- Soy un bestia - susurró él de pronto.
Levanté la vista, observándole con cuidado. Él se incorporó, quedando en la misma posición que yo, sólo que él se apoyaba en la ventana que había en una de las paredes pegadas a su cama. Sentí un súbito temor por si pudiera romperse el cristal, lo que haría que él cayera al vacío. Era como Lara cuando se sentía mal, siempre haciendo las cosas de la forma más arriesgada, aunque fuera mínimamente. Aumentando la probabilidad de que ocurriera algo malo. Despreciando el instinto de supervivencia, optando por el lado más peligroso de cualquier actividad que hicieran, hasta la más nimia, la más insignificante. Siempre tentando a la suerte...
- Me siento fatal. No tenía que haberle hablado así a Lara...
- Ciertamente no.
Él se llevó las manos a la cabeza, enredándolas en su pelo negro.
- Me siento tan perdido sin Gemma... como vacío... No quiero tratar mal a mi hermana por esto... no se lo merece.
- ¿Por qué no vas ahora mismo y te disculpas? Está en su habitación. Seguro que si hablas con ella lo entenderá - le sonreí, con la esperanza de contagiarle la sonrisa.
Para mi enorme alegría, lo conseguí.
- Gracias - susurró. Se levantó con cuidado, y cuando estaba a punto de abrir la puerta...
- Erick.
- ¿Sí? - preguntó él, visiblemente sorprendido.
Suspiré.
- ¿Estás bien?
No me contestó inmediatamente. Parecía que estaba calculando el por qué de mi repentino interés en él, y recé interiormente porque no supusiera demasiado, si es que había algo que suponer entre él y yo.
- Bueno. Gemma querría que estuviera bien - volvió a sonreír al mencionarla. - Así que tendré que estarlo por ella.
- Si necesitas cualquier cosa... estoy aquí. A pesar de que probablemente sea la última persona en el mundo a quien le pedirías ayuda - reí nervioso. - Si necesitas algo, sólo dímelo - insistí.
Él asintió, y salió al fin, camino a la habitación de su hermana.

Aquella tarde, Erick no nos acompañó, aunque supe por Lara que habían hecho las paces. Sin embargo, se sentía demasiado cansado interiormente como para ir a ninguna parte, y ella le dejó descansar por el momento. Lara y yo fuimos al cine, vimos una película que superó bastante nuestras expectativas, y después nos dirigimos a un bar a cenar algo. Estuvimos toda la noche hablando animadamente como lo hacíamos cuando estábamos juntos, pero sin esa complicidad especial que tienen las parejas. Nosotros, en cambio, teníamos la complicidad de los buenos amigos, y eso me animó bastante. Hubiera odiado dejar de lado mi relación con Lara, porque, aunque ya no estuviera enamorado de ella (me había dado cuenta recientemente de ello), la quería muchísimo. No más que a una amiga, ni del mismo modo que a mi hermana, pero la quería, y hubiese odiado separarme de ella. Cuando volvimos a casa, y antes de entrar cada uno a nuestras respectivas habitaciones, ella también me pidió que velara por Erick.
- Lara... sabes de sobra que tu hermano me odia.
- Sé de sobra que mi hermano te odiaba. No sé que le has hecho para que se le pase, pero está mucho más suave en lo que a ti respecta. No me lo ha dicho directamente, pero lo sé - se me encogió el corazón al oír esto.- De todas formas, averígualo tú mismo si no me crees, pero aprovecha y mejorad vuestra relación durante este tiempo en el que Gemma no esté. Así cuando vuelva le daréis una alegría a ella también.
- Ya... supongo.
- En fin. Piensa en ello. Buenas noches - dijo dándome un beso en la mejilla, y se metió en su cuarto.
Me quedé allí - otra vez - unos minutos antes de entrar a mi habitación. Era la primera vez que ella me tocaba (¡y más que me besaba!) y no sentía absolutamente nada. Nada. Nada más que el cariño hacia una amiga. Era una sensación confusa; liberadora por fin pero amarga al mismo tiempo. Eso significaba que por fin la dejaba marchar, y me pregunté por qué no lo había hecho antes. Ella era feliz ahora, y yo, estaba muy lejos de poder tener algo con ella. Que fuéramos amigos era perfecto, no sólo por mí mismo, si no porque yo sabía de sobra que el motivo por el que Erick me odiaba tanto era por seguir detrás de su hermana después de lo que le había hecho. Sin esto... él no tenía motivos para odiarme. Podíamos empezar de nuevo... y esto hizo que mi estómago diera un vuelco.
Me sentía verdaderamente extraño con respecto a Erick. No sabía qué, pero algo había cambiado en mí con respecto a él. Le miraba de forma distinta a como lo hacía antes, pero no sabía cuál era esa forma. Me convencí a mí mismo - una vez más - de que se trataba de Gemma, ella quería que nos lleváramos bien, y yo quería hacerla feliz. Sólo era eso...
... La sola idea de que yo pudiera llegar a sentir algo por Erick, que cruzó fugazmente mi cabeza, era, cuanto menos, ridícula.

Decidí entrar y ponerle fin a mi tortura interna. Tal vez pudiera preguntarle a Erick que tal había ido su tarde, o pudiéramos charlar algo antes de acostarnos, cosa que nunca hacíamos. Realmente compartir cuarto con él, desde que su hermana y yo lo habíamos dejado, había sido frío y hasta incómodo.
Entré, y estaba todo a oscuras.
- ¿Erick? - me atreví a susurrar por si aún estaba despierto.
- ¿Sí? - contestó él con voz somnolienta.
- Nada, no te preocupes. Sólo decirte que ya estamos aquí. ¿Cómo estás tú?
- Dormido. ¿Mañana hablamos, vale?
- De acuerdo... Sigue durmiendo entonces - silencio. Al cabo de un rato me aventuré a decir- Buenas noches.
- Buenas noches a ti también.

Se revolvió un poco en la cama, y finalmente debió quedarse dormido. Yo no conseguí pegar ojo hasta asegurarme de que él estaba durmiendo, y aún después me costó un poco. Hablar con él me hacía estremecerme, cada palabra suya calaba en mí de una manera tan poderosa que no podía ni imaginarlo. Un gesto amable por su parte... hacía que todo fuera bien.
Finalmente, me quedé dormido. Mi último pensamiento fue, aún sin quererlo, para Erick...


Él se despertó sobresaltado en mitad de la noche, envuelto en sudor y jadeando. Su grito me había despertado a mí también, y me asusté repentinamente.
- ¡Erick! ¿Estás bien?
- No... no lo sé... - consiguió balbucear, con la cara desfigurada por el miedo.
Me levanté de la cama y encendí la luz. Él se incorporó y enterró su cara entre las manos.
- ¿Qué te pasa? - le pregunté, sentándome a su lado en la cama.
- Gemma... - una punzada de culpabilidad me sacudió al recordarla - una pesadilla...
- No pasa nada, era sólo un sueño. Tranquilízate.
Aún respiraba aceleradamente y tenía una expresión de pánico en la cara.
- Está todo bien... no te preocupes. Ella está a salvo con su familia, volverá pronto - otra punzada.- Todo está bien... Tranquilo.
- Lo siento - susurró, aun jadeando.- Perdona por haberte despertado.
Era la primera vez en mucho tiempo que Erick era amable conmigo de una forma tan directa, y decidí apurar al máximo mi suerte.
- No importa. De hecho, prefiero quedarme contigo por si acaso. ¿De verdad que estás bien? Estás muy pálido...
- Se me pasará. No te preocupes - me sonrió, y esta vez el corazón me dio un vuelco.
- ¿Seguro que no quieres que me quede? - insistí.
Él dudó por unos instantes
- Está bien.
Se volvió a acostar, esta vez sin taparse ya que aún estaba sudando. No podía dejar de mirarle embobado, como una adolescente enamorada.
- Escucha...
- ¿Sí? - respondí, aún sabiendo que él no diría lo que yo estaba pensando.
Otro silencio.
- ...Gracias.
- No hay de qué - sonreí, en parte aliviado, en parte decepcionado. Apagué la luz. - Duerme. No te preocupes.

Erick se quedó dormido a los pocos minutos, y yo me quedé velando su sueño, o más bien, admirándole desde la oscuridad. Deseoso de verle mejor, encendí una lámpara más suave. Dios, estaba tan hermoso... La débil luz de la lamparita dibujaba un bonito juego de luces y sombras en su piel. Guardé en mi memoria cada parte de él, desde el inicio de su vientre, subiendo por su torso desnudo, hasta llegar al brillo de su pelo negro. No sé si he descrito antes a Erick, pero era alto, algo más que yo. Su piel era bastante clara. Fuerte y musculoso pero sin llegar al extremo culturista, siempre tenía una sonrisa para quien la necesitara y una palabra dura para quien se la mereciera. Llevaba el pelo algo largo, a veces le tapaba sin querer parte del ojo, y era completamente negro. Solía dejarse perilla, y a veces llevaba la típica "barba de tres días". Las cejas eran pronunciadas y oscuras, pero no demasiado pobladas, y sus ojos... era lo que más me fascinaba de él. Sus ojos eran azules, negros, grises; de los tres colores y de ninguno de ellos a la vez. Podían ser más fríos que el hielo cuando te miraba duramente, y sin embargo yo había visto en ellos una calidez infinita cuando estaba con Gemma.
Cuánto hubiera dado porque él me mirara así alguna vez... No sabía por qué, y sin embargo no podía quitarme este pensamiento de la mente. Ojala algún día se hiciese realidad...

Pasé el resto de la noche sentado en mi cama, admirándole desde la oscuridad, sin poder apartar los ojos de Erick. A veces se revolvía, inquieto, a veces estaba tranquilo. Pero nunca sonreía. Últimamente era casi imposible hacerle sonreír, y por esta razón me agitaba tanto cuando él me sonreía.
El amanecer me sorprendió en la misma posición, y al ser innecesaria, apagué la lámpara, que había mantenido encendida durante la noche para poder verle mejor. Los rayos de sol que entraban por la ventana le hacían, si cabía, aún más bello. Seguía sin saber por qué, pero Erick me atraía de una manera poderosa, y cada vez más y más.
Lo peor es que yo ni podía, ni realmente quería, hacer nada por evitarlo.

Dark Passion Play - III

A la mañana siguiente cuando desperté estaba confuso. Me di cuenta de que ella se había ido, tan sólo dejando una nota en el corcho de la pared de mi cama: "Te quiero enano. Pórtate bien y cuida de él; pero no olvides cuidar de ti mismo. Tuya siempre, Gemma."

La iba a echar mucho de menos. Eso me dejaba un mes para intentar limar asperezas con Erick y ¿cuidar de él? No podía mirar por alguien que me quería lo más lejos posible de su vista. Ese pensamiento me entristeció sobremanera, aunque aún no lograba entender el por qué. Besé levemente la nota de mi hermana, y, poniéndome la primera camiseta que encontré encima (cuando hacía calor siempre dormía en ropa interior), bajé a desayunar.
Lo primero que vi al bajar la escalera, fue a Erick, tan imponente como siempre, salvo por la infinita tristeza que había en sus ojos.
- Hey... hola - me atreví a saludarle.
- ¿Eh? - él me miró como si acabara de aterrizar de un lugar muy lejano - Ah... Hola.
Taciturno, siguió su camino, sin percatarse de que yo permanecía mirándolo.
Suspiré. Me iba a costar mucho cumplir el pedido de Gemma...

Lara estaba en la cocina, viendo la tele, delante de un café. Ella sí me saludó alegremente cuando me vio aparecer, pero mi mente estaba demasiado ocupada como para pensar en ella. Me sentí aliviado por esto, pero terriblemente preocupado a la vez. Si estaba dejando de pensar en Lara, era por alguna razón poderosa que mi cabeza aún no llegaba a comprender. Me serví un zumo distraídamente mientras pensaba en todo esto, cuando la voz de Lara me sacó de mi ensimismamiento, y me di cuenta de que ella me estaba hablando.
- Perdona, estaba distraído. ¿Me decías algo?
- Que si te apetece hacer algo esta tarde. No quiero que os amodorréis aquí en casa Erick y tú por que no esté Gemma, o cuando vuelva se va a asustar de veros en este estado - rió. - ¿Qué me dices?
- No sé. ¿Qué dice él?
- Aún no se lo he propuesto, pero sabes que no puede negarme nada - dijo con una sonrisa brillante. Era cierto, Erick la adoraba, y era prácticamente incapaz de decirle un "No" a nada que ella le pidiera.
- Genial. Cuenta conmigo entonces.
- Voy a preguntarle - dijo, levantándose de un salto y subiendo las escaleras casi corriendo.

No me apetecía nada más que el zumo, así que me quedé allí, mirando distraído el mismo programa de dibujos que estaba viendo antes ella. Oí ruido en el piso de arriba y voces que iban alzándose progresivamente, hasta que oí un: "¡Déjame en paz de una maldita vez, Lara!" y una puerta que se cerraba de golpe. Casi inmediatamente oí el portazo del cuarto de ella. Eran tan parecidos...

Decidí subir a ver qué pasaba. Al llegar al pasillo, tuve una mini-lucha interna por ver qué puerta cerrada debería atender primero (opté por la de Lara, era menos probable que ella me mordiera) y llamé suavemente.
- Si eres tú lárgate; si no, pasa, está abierto - decidí entrar.
- Hola. Yo soy yo, pero creo que no iba por mí. ¿Qué ha pasado?
- Es un jodido cabezota borde.
- Como tú a veces - me asesinó con la mirada - Lo siento, lo siento, era una broma. ¿Qué ha pasado? - repetí.
- Le he dicho que si quería que hiciéramos algo esta tarde. Ni se ha dignado a moverse para contestarme. Cuando he insistido, me ha mandado a la mierda. He intentado que entrara en razón, pero... bueno, supongo que lo habrás oído.
- Ajá.
- Entiendo que es duro para él estar lejos de ella... pero no es motivo para estar tan cabreado. Me preocupa - dijo frunciendo el ceño-. Y no sé que hacer para sacarle de esa monotonía a la que se está auto-condenando.
- Déjale esta tarde. Mañana estará más calmado. Si no, lograremos hacerle entrar en razón, aunque sea llevándolo a rastras - dije con una sonrisa. Ella me la devolvió. Al menos había conseguido hacer a alguien mínimamente feliz... ojala consiguiera lo mismo con Erick.
- Tú al menos no me dejarás también colgada, ¿no?
- Claro que no. Esta tarde haremos lo que te apetezca. Soy oficialmente tuyo por unas horas.
Me sonrió, y salí de su habitación. Tampoco podía entrar a la mía, dada la situación (recuerdo que Erick y yo dormimos juntos), así que me quedé allí, en el pasillo, con la espalda apoyada en la pared hasta que lentamente me dejé caer al suelo.

Cualquier otro día, en cualquier otro momento, hubiera hiperventilado ante la expectativa de tener una tarde a solas con Lara, y más con lo último que le había dicho. Pero no. No hoy. Él y su extraño comportamiento llenaban toda mi mente y me impedían pensar en otra cosa.
¿A mí que más me daba lo mal que se sintiera Erick? Yo a él no le importaba nada, y había aprendido a no preocuparme por quien no se preocupaba por mí. Tras un rato pensándolo, llegué a la conclusión de que era por la nota de Gemma. "Cuida de él", había dicho. Sí, debía ser eso.
Sólo eso y nada más...