Al fin, decidí intentar dormirme aunque fuese unas pocas horas, ya que iba a ser muy extraño que él se despertase y me viese allí, observándole como un loco obseso durante toda la noche.
Fue Lara quien me despertó, bastante más tarde de lo que yo había previsto. El sol estaba ya muy alto y me sentía tremendamente cansado, como si no hubiera pegado ojo.
- ¡Buenas tardes dormilón! Ya está bien, ¿no? Te has tirado toda la mañana durmiendo. Y por tu cara, parece como si no lo hubieras hecho en toda la noche. No te irías después de fiesta por ahí sin mí, ¿verdad?
- Claro que no tonta - me incorporé despacio intentando no marearme. La cabeza me dolía horrores. Nunca me sentaba bien acostarme tarde.- ¿Qué hora es?
- Casi las cuatro. Ya hemos comido todos, no sabíamos cuando ibas a bajar.
- No te preocupes, de todas formas no tengo hambre...
- ¿Seguro? Aún queda algo de pasta.
- Seguro.
- Si quieres puedo hacerte alguna otra cosa, me apetece cocinar, la verdad.
- De verdad, no te preocupes.
- Hey, ¿te encuentras bien? Estás muy raro y...
- Escucha, Lara, por favor - rogué en un intento desesperado por que parara de bombardearme con preguntas.- No me encuentro muy bien, sólo quiero estar un rato aquí sólo.
- Te conozco de sobra... y sé que cuando quieres estar sólo es porque algo malo pasa.
- No te preocupes, en serio.
- Anda, dímelo.
- Lara, por favor, ya- le espeté bruscamente, sabía que cuando quería algo no paraba hasta conseguirlo.
- ¿Me lo contarás después?
- En otro momento, otro día.
- ¿Me lo prometes?
- Te lo prometo - repliqué de forma cansina. Le hubiera prometido cualquier cosa con tal de que se marchara.
- Bueno... si cambias de opinión, de todas formas, sólo llámame, o avisa a Erick. Estaremos por aquí.
- Gracias. Adiós - dije dando por finalizada la conversación.
- Hasta luego... Mejórate.
Lara cerró la puerta tras de sí al marcharse. Sólo quería que se fuera porque mientras hablaba con ella había estado viniendo en tropel todo lo ocurrido anoche a mi cabeza. Erick, su despertar asustado, la noche en vela mirándole...
No estaba bien de la cabeza, definitivamente. Eso no era propio de una persona cuerda. ¡Me estaba planteando si sentía algo por un chico! Y no uno cualquiera, ¡sino el novio de mi hermana! Era de locos. Yo no era gay, siempre me había sentido atraído por mujeres. En cambio, Erick sí que era bisexual, aunque nunca había estado saliendo con un hombre. No podía entender de ninguna manera como podía saber eso, a pesar de que él y Lara me lo habían intentado explicar varias veces.
Si las dudas sobre mi sexualidad ya formaban un auténtico torbellino en mi cabeza, imaginé el resto. No era cualquier chico. Era EL chico de MI hermana. Era el hermano de mi ex-novia. Era el hombre que más me odiaba en el mundo. De entre los millones de personas que había en el mundo, tenía que ser justamente él.
- ¡Mierda! - grité, lanzando la almohada contra la ventana, intentando de alguna forma descargar mi frustración.
La almohada rebotó contra el cristal, yendo a parar a la cama de Erick. Me quedé mirando, inmóvil, aún más triste que antes. Aquella misma noche yo había estado allí, con él. Le había tocado, le había tranquilizado, y él me había sonreído. Incluso me había dado las gracias... Tal vez no me odiase tanto como yo pensaba y Lara tuviera razón. Tal vez pudiésemos llegar a ser amigos, incluso quién sabe. Tal vez algo más...
¿Pero realmente quería llegar a algo más con él? Mi cabeza decía que no, pero mi corazón gritaba que sí. Y no podía ignorarlo. No podía quedarme allí parado mucho más tiempo, durmiendo al lado suyo, ignorando lo que empezaba a sentir, o la angustia iba a acabar matándome.
En fin, ¿y a quién le iba a importar? A Gemma, desde luego. A Lara también. ¿Pero a él? Aunque me lanzara en ese mismo momento desde la ventana de nuestro cuarto y cada vez que mirase por ella viese mi cadáver en el suelo, no le iba a importar una mierda. Yo para él no era nada, al menos el odio era un sentimiento. Si ni siquiera me odiaba, quería decir que yo no le importaba nada, absolutamente nada. Y esto me ahogaba por dentro, me oprimía el pecho y me dejaba sin aliento.
Iba a tardar bastante en admitirlo, pero le quería... no podía negarlo de ninguna forma, ni podía encontrar una sola evidencia que justificara lo contrario. Le estaba empezando a querer, y no sabía hasta donde iba a poder llegar aquello. Imaginaba que no demasiado lejos, ya que yo le era indiferente. "Mejor así" - pensé con tristeza.- "Odiaría hacerle daño a Gemma."
No tenía hambre, en eso no le había mentido a Lara, así que decidí darme una ducha, cambiarme, y hacer algo para mantener ocupada mi cabeza.
El baño estaba ocupado - por supuesto, ya que no vivíamos solos, sino con otros cuatro más: dos chicos y dos chicas, con los que mi relación era cordial y amistosa pero no éramos íntimos amigos. En total éramos ocho en casa, aunque me parecía mucho más vacía sin Gemma aquí-.
Recordarla me entristeció y me hizo sentir culpable. La echaba mucho de menos. ¿Y como se lo demostraba? Encaprichándome por su novio. Realmente era un desgraciado, o al menos era así como me sentía: tremendamente culpable por todo aquello, pero sin poder dejar de emocionarme cada vez que pensaba en él. Me odiaba a mí mismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario