martes, 8 de febrero de 2011

Dark Passion Play - IX

Durante los días siguientes, Erick no durmió en nuestra habitación. A veces me levantaba en mitad de la noche, presa de unos horribles y constantes sueños, y bajaba abajo a por un poco de agua para calmarme. Y al pasar por delante del salón le veía ahí, en uno de los sofás, de espaldas a la puerta, quién sabe si dormido o tan intranquilo como yo. Otras veces, simplemente, no estaba allí.

Cuando estaba en mi cama, ni siquiera podía mirar al lugar donde debería estar él. Habría sido más fácil fantasear con que seguía ahí, tumbado en su cama, como una perfecta estatua de mármol, y que podía seguir contemplándole durante horas y horas; pero no era así. Le había dado a elegir, me lo había jugado todo a una sola baza... y había perdido.
Él no me hablaba, ni hacía señal de que estuviera allí. Realmente, no nos habíamos visto desde entonces, pero no había hecho señal alguna de que yo estuviera allí. Definitivamente, para él, yo no existía.

Me pasaba las horas tumbado en mi cama, con la mirada perdida, sin saber qué hacer o qué sentir. El dolor era cada vez más y más profundo y necesitaba alguna manera de desahogarme. No iba a ir detrás de él corriendo a suplicarle que me perdonase - no habría servido para nada - pero necesitaba hacer algo, y urgentemente.
Me encontré a mí mismo con sorpresa golpeando la puerta de la habitación de Lara. Abrió enseguida.

- ¡Hola! No esperaba verte por aquí. Eh... ¿está todo bien?
- Realmente no. ¿Puedo pasar? - Lara echó un vistazo rápido hacia dentro, con el ceño fruncido - Por favor.
- Si me das un segundo... Está todo muy desordenado.
- Por favor, he estado aquí millones de veces...
- Es sólo un segundo - dijo deprisa, cerrándome la puerta en las narices.
Esperé pacientemente. No entendía su modo de actuar pero no me importaba. Realmente, me daba todo igual.
Lara abrió al cabo de algunos minutos.
- Ya está. Lo siento - se disculpó-. Pasa.
Entré, sin saber realmente a dónde me dirigía. Eché un vistazo a la cama de Gemma, y vi que estaba deshecha.
Entonces lo entendí.
- Erick ha estado durmiendo aquí, ¿verdad?
- Sí, bueno... - su voz se tornó nerviosa - Un par de días sólo.
- ¿Te ha dicho por qué?
- No. Simplemente me lo pidió y... no puedo obligarle a contarme algo si él no quiere.
- ¿Y no quieres una explicación?
- Bueno -admitió -. Desde que te he visto en la puerta, pensaba que tú ibas a dármela.
- ¿Y por qué yo? Yo no soy Erick.
- Y yo no soy idiota.
Suspiré. Entonces, sin poder contenerme más, le conté todo. Absolutamente todo. Lo que sentía por Erick, el error que había cometido, los horribles días que llevaba sin saber nada de él, los sentimientos de culpa por traicionar a mi hermana, la manera en la que él me ignoraba. Todo.
Lara sólo escuchaba, sin interrumpirme en ningún momento. Sólo podía adivinar sus reacciones por los gestos de sus cejas, que a veces expresaban sorpresa, y otras fruncían el ceño. Al fin y tras una larga pausa, dijo:
- ¿Erick lo sabe?
- ¿Estás loca? ¿No me has escuchado? ¡Tu hermano me odia! Decirle lo que siento sólo aumentaría su desprecio hacia mí.
- ¿Cómo puedes estar tan seguro?
- ¿No es más que evidente? - le pregunté, molesto.
- No, no. Quiero decir, tal vez no lo has estado mirando en la dirección adecuada. Dime, ¿qué es lo que me has dicho que viste en Erick aquella mañana cuando... regresaste pronto?
Me estremecí. Recordar ese momento dolía, a pesar de que no había parado de hacerlo en los últimos días.
- Furia - dije al fin-. Estaba furioso.
- ¿Y por qué iba a estar furioso simplemente porque te fueras de putas?
- No era una...
- Ese no es el tema - me interrumpió-. Quiero decir, si según tú le eres tan indiferente, ¿por qué le iba a molestar algo así?
Aquello me descabaló completamente, porque era perfectamente lógico. O ilógico, según mi punto de vista. Había algo que se me estaba escapando, pero, ¿el qué?
- Mira, - me dijo Lara al fin- mi consejo es que te tranquilices y vuelvas a pensar todo fríamente, pero dejando de obsesionarte con la idea de que Erick te odia, ¿vale? Haz como si... fuese como a ti te gustaría que fuera, y no como crees que es. Cambia esa idea por... otra - parecía como si intentara decirme algo, pero hablaba de una forma tan enigmática... No tenía ni la menor idea de a qué se refería-. Déjate llevar, ¿vale? Confía en mí - dijo cogiéndome la mano, sonriéndome.
- Está bien - suspiré nuevamente-. No tengo ni la menor idea de a qué te refieres, pero lo intentaré. En cualquier caso, gracias por escucharme.
- Siempre aquí para lo que sea.
- Y... escucha.
- ¿Sí?
- Una última cosa.
- Dispara.
- No se te ocurra decirle eso a nadie. Especialmente - recalqué esa palabra - a Erick. ¿De acuerdo?
- Si me lo dices así...
- Por favor, Lara. Te lo estoy diciendo en serio.
- Vale, vale. No le diré ni una palabra a Erick. Te lo prometo - hizo el gesto de sellar sus labios mientras decía esto.
- Gracias otra vez - dije mientras abría la puerta, dirigiéndome hacia mi habitación, que estaba justo enfrente-. Hasta luego.
- Adiós - me respondió ella, cerrando la puerta deprisa detrás de mí.

Entré a mi cuarto y volví a dejarme caer, abatido, sobre la cama, de cara a la pared. Tenía la impresión de que se me estaba escapando algo pero... ¿el qué? Le di vueltas y vueltas a la conversación con Lara, sin llegar a sacar nada en claro. Frustrado, me giré sobre mí mismo, y entonces me di cuenta del error que había cometido.
Ya era de noche, y la luna se veía a la perfección desde la ventana. Esa misma ventana a la que me forzaba no mirar desde hacía días, porque, justo debajo, estaba su cama. Recordé con tristeza aquella vez en la que había permanecido toda la noche mirándole. Recordé cada poro de su piel, cada centímetro de su rostro, cada tono de sus ojos azules. Era tan inalcanzable para alguien como yo... la angustia me oprimió el pecho con más fuerza. Le quería, le quería, le quería...

De pronto me fijé en algo en lo que - ya he dicho antes que había procurado no mirar hacia su cama, sólo hacía más daño - no había reparado antes. Aquel trozo de papel amarillo que me llamó la atención ese día, por la mañana... seguía allí. Era lógico si allí no había estado nadie. Y había más sobre la colcha, esparcidos por toda la cama.
Me levanté, me acerqué con cuidado y lo cogí. No podía entender lo que ponía, pero parecía mi letra. Recogí los trocitos del suelo y los dejé sobre la cama. Los que había encima estaban medio aplastados, Erick se debía haber quedado dormido encima de ellos. Así, cuadraba que él siguiera semi vestido cuando discutimos. Arrodillado en el suelo, los fui juntando poco a poco, recomponiendo la nota original. Sí... definitivamente era mi letra, pero no podía leer nada. No fue hasta algunos minutos después, cuando logré recomponerlos todos, cuando me di cuenta de que aquello, era la nota que le había dejado, donde se veía de forma indirecta a dónde me había ido y qué iba a hacer.
La única explicación que se me ocurría era que Erick la había visto, y, furioso, la había roto (la forma de los trozos denotaba que así había sido) y la había arrojado sobre su cama. Pero, ¿por qué? Me fijé mejor; aquella nota era la única pista que tenía, lo único que tenía algo de sentido con las palabras de Lara, lo único que podía ponerle un poco de orden a mi cabeza. En algunas partes la tinta estaba emborronada, coincidiendo con algunas manchas circulares que parecían... No podía ser. Él había estado... ¿llorando?
Entonces lo entendí todo. Había encontrado la nota, donde decía claramente que iba a acostarme con alguna otra chica. Eso lo había cabreado tanto como para romperla de esa forma, lanzarla sobre la cama, y dejarse caer, desesperado, sobre los trozos rotos, llorando hasta que se había quedado dormido de agotamiento. Sólo había una cosa que encajara con todo eso... además de con la discusión que habíamos tenido por la mañana. Los celos. El tono de su voz al recriminarme lo de la pasada noche lo dejaba perfectamente claro... eran celos. Erick estaba celoso.

Rompí a llorar allí mismo, sin poder hacer nada por evitarlo.

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