lunes, 22 de abril de 2013

Dark Passion Play - XVII


Entré a la cocina a través de la puerta acristalada que daba al patio. Lara estaba allí, de espaldas a mí, sólo con una camiseta ancha y la ropa interior, haciéndose el primer café de la mañana. Me acerqué a ella, aún mojado, y la rodeé con el brazo desde atrás, dándole un pequeño beso en el cuello. 
- Buenos días, preciosa.
- Buenos días otra vez imbécil, me estás empapando - pese al tono agrio de su voz, yo sabía que no estaba realmente enfadada, como corroboró la sonrisa que tenía mientras se giraba y me agarraba a su vez de la cintura, poniéndose de puntillas para darme un beso rápido en los labios. Volvió a girarse, cogió su café, y se separó de mí para apoyarse en el borde de la mesa de la cocina.
- ¿Siempre eres tan borde después del sexo?
- Sólo cuando salen huyendo de mi cama para ir a ver a mis ex-amantes - rió mientras daba un sorbo a la taza -. ¿No te importa que nos vean?
- ¿Quiénes?
- Cualquiera.
- ¿Por qué?
- Eres mi hermano. Bueno, no realmente, pero tú me entiendes – bajó la mirada para darle otro sorbo al café -. Hay gente que lo vería raro.
- ¿Y esa gente te preocupa?
- No más que a ti.
Sonreí y me acerqué a ella para volver a cogerla de la cintura y besarla, esta vez más intensamente. Ella dejó la taza sobre la mesa y se subió a ella, rodeándome la cintura con sus largas piernas mientras correspondía a mi beso.
- Sabes a café – le dije al separarnos.
- Y tú a cloro. Y me has vuelto a empapar – respondió señalando a su camiseta, ya más que mojada.
- Seguro que no lo dices por la camiseta.
Ella se bajó de un salto de la mesa, y volvió a coger la taza al mismo tiempo que me daba un puñetazo en el brazo desnudo.
- Idiota – dijo sonriendo mientras salía de la cocina. No había acabado de girarme para prepararme otro café cuando oí un grito ahogado -. ¡Oh Dios mío!
- ¿Qué? ¿Qué pasa, Lara? – grité mientras corría en la dirección en la que ella se había marchado.
Al girar la esquina del pasillo la vi.
- Oh Dios mío –susurré quedamente detrás de mi hermana.
- ¿No te alegras de verme, Erick? –dijo una Gemma rodeada de maletas al fondo del pasillo.


- ¿Cuándo… cuándo has vuelto?
- Hace un par de horas llegué al aeropuerto, antes de lo previsto. Perú es un infierno – dijo mientras dejaba su bolso en la mesita de la entrada -. ¿Ni siquiera vas a saludarme?
- Dios, sí.
Me acerqué a ella rápidamente y la besé con dulzura. Era tan distinta… era mi mundo, mi cordura, lo más preciado que tenía en el mundo. Y por fin estaba allí. Conmigo. Y no importaba nada más.
- Te he echado de menos – dijo en un susurro en mi hombro mientras la abrazaba.
- Y yo a ti, cielo. Muchísimo.
Nos quedamos así algunos segundos, hasta que alguien me dio unos toquecitos en el hombro.
- ¿Me la dejas ya? – dijo una Lara apremiante, con la impaciencia de volver a abrazar a su mejor amiga en los ojos.
- Toda tuya – respondí mientras me separaba de Gemma.
Las chicas se miraron, y entre gritos y risas repentinas se abrazaron ellas también.
- ¡Tía, no veas cómo te he echado de menos!
- ¡Y yo a ti! Habrás estado súper a gusto, tú sola en la habitación mientras yo no estaba.
- Bueno, no exactamente, Erick ha dormido un par de noches conmigo – por un momento me sobresalté, hasta que me di cuenta de que realmente había dormido un par de noches allí. Sólo dormir – pero no es igual, tú eres mucho mejor compañera de habitación que tu soso novio.
- ¿Así que ahora soy soso, eh?
- Deja de refunfuñar, soso. Ven aquí – dijo Lara mientras me agarraba de un brazo para que me abrazase con ellas. Entonces me sentí completo otra vez. Allí estaban las dos, Gemma y Lara. Esas dos chicas eran toda mi vida. Mi hermana y mi novia. Las dos mujeres de mis sueños. Las quería con locura, y jamás hubiera podido decidir entre ellas. Todo estaba por fin en su sitio.
- ¿…Gemma? – dijo una voz masculina al otro lado del pasillo.
- ¡Hermanito! – gritó ella, separándose de nosotros y abalanzándose sobre él.
Bueno, casi todo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario