Entré a la cocina a través de la puerta acristalada que daba al patio. Lara estaba allí, de espaldas a mí, sólo con una camiseta ancha y la ropa interior, haciéndose el primer café de la mañana. Me acerqué a ella, aún mojado, y la rodeé con el brazo desde atrás, dándole un pequeño beso en el cuello.
- Buenos días, preciosa.
- Buenos días otra vez imbécil, me estás empapando
- pese al tono agrio de su voz, yo sabía que no estaba realmente enfadada, como
corroboró la sonrisa que tenía mientras se giraba y me agarraba a su vez de la
cintura, poniéndose de puntillas para darme un beso rápido en los labios.
Volvió a girarse, cogió su café, y se separó de mí para apoyarse en el borde de
la mesa de la cocina.
- ¿Siempre eres tan borde después del
sexo?
- Sólo cuando salen huyendo de mi cama
para ir a ver a mis ex-amantes - rió mientras daba un sorbo a la taza -. ¿No te
importa que nos vean?
- ¿Quiénes?
- Cualquiera.
- ¿Por qué?
- Eres mi hermano. Bueno, no realmente,
pero tú me entiendes – bajó la mirada para darle otro sorbo al café -. Hay
gente que lo vería raro.
- ¿Y esa gente te preocupa?
- No más que a ti.
Sonreí y me acerqué a ella para volver a
cogerla de la cintura y besarla, esta vez más intensamente. Ella dejó la taza
sobre la mesa y se subió a ella, rodeándome la cintura con sus largas piernas
mientras correspondía a mi beso.
- Sabes a café – le dije al separarnos.
- Y tú a cloro. Y me has vuelto a empapar
– respondió señalando a su camiseta, ya más que mojada.
- Seguro que no lo dices por la camiseta.
Ella se bajó de un salto de la mesa, y
volvió a coger la taza al mismo tiempo que me daba un puñetazo en el brazo desnudo.
- Idiota – dijo sonriendo mientras salía
de la cocina. No había acabado de girarme para prepararme otro café cuando oí
un grito ahogado -. ¡Oh Dios mío!
- ¿Qué? ¿Qué pasa, Lara? – grité mientras
corría en la dirección en la que ella se había marchado.
Al girar la esquina del pasillo la vi.
- Oh Dios mío –susurré quedamente detrás
de mi hermana.
- ¿No te alegras de verme, Erick? –dijo
una Gemma rodeada de maletas al fondo del pasillo.
- ¿Cuándo… cuándo has vuelto?
- Hace un par de
horas llegué al aeropuerto, antes de lo previsto. Perú es un infierno – dijo
mientras dejaba su bolso en la mesita de la entrada -. ¿Ni siquiera vas a
saludarme?
- Dios, sí.
Me acerqué a ella
rápidamente y la besé con dulzura. Era tan distinta… era mi mundo, mi cordura,
lo más preciado que tenía en el mundo. Y por fin estaba allí. Conmigo. Y no
importaba nada más.
- Te he echado de
menos – dijo en un susurro en mi hombro mientras la abrazaba.
- Y yo a ti, cielo.
Muchísimo.
Nos quedamos así
algunos segundos, hasta que alguien me dio unos toquecitos en el hombro.
- ¿Me la dejas ya?
– dijo una Lara apremiante, con la impaciencia de volver a abrazar a su mejor
amiga en los ojos.
- Toda tuya –
respondí mientras me separaba de Gemma.
Las chicas se
miraron, y entre gritos y risas repentinas se abrazaron ellas también.
- ¡Tía, no veas
cómo te he echado de menos!
- ¡Y yo a ti!
Habrás estado súper a gusto, tú sola en la habitación mientras yo no estaba.
- Bueno, no
exactamente, Erick ha dormido un par de noches conmigo – por un momento me
sobresalté, hasta que me di cuenta de que realmente había dormido un par de
noches allí. Sólo dormir – pero no es igual, tú eres mucho mejor compañera de
habitación que tu soso novio.
- ¿Así que ahora
soy soso, eh?
- Deja de
refunfuñar, soso. Ven aquí – dijo Lara mientras me agarraba de un brazo para
que me abrazase con ellas. Entonces me sentí completo otra vez. Allí estaban
las dos, Gemma y Lara. Esas dos chicas eran toda mi vida. Mi hermana y mi
novia. Las dos mujeres de mis sueños. Las quería con locura, y jamás hubiera
podido decidir entre ellas. Todo estaba por fin en su sitio.
- ¿…Gemma? – dijo
una voz masculina al otro lado del pasillo.
- ¡Hermanito! – gritó
ella, separándose de nosotros y abalanzándose sobre él.
Bueno, casi todo.
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